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Artículo
AdVersuS, Año IV,- Nº 8-9, abril-agosto 2007
ISSN: 1669-7588
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[Up date]
BAJTÍN Y VIGOTSKY: LA EXPERIENCIA SOCIAL EN LA PRODUCCIÓN DE SENTIDO
Algunas prioridades para enseñar literatura

Mirta Gloria Fernández
UBA (FFyL)

 

Resumen:
Este artículo indaga las coincidencias entre Bajtín y Vigotsky, se organiza en dos partes. En la primera, se exponen algunas líneas en relación con las biografías de ambos intelectuales, mientras la segunda busca poner en evidencia los conceptos teóricos de uno y otro e indagar sus coincidencias, las que confluyen en el concepto de conciencia que postulan ambos autores: Bajtín se apoya en la noción de habla interna, mediada por la cultura, para explicar el origen de la conciencia; en sintonía, Vigotsky (1995) postula que el lenguaje tiene una función reguladora que primero es externa y que se internaliza posteriormente. Así, el habla interior es el vehículo de nuestra identidad y permite la continuidad del yo en la vida cotidiana y de un lenguaje externo, social, que es la manifestación del pensamiento en palabras. El pensamiento no se expresa simplemente en palabras, sino que existe a través de ellas, aprendidas socialmente.

Una práctica pedagógica que evada estas formas de concebir las relaciones entre las personas, que de eso se trata la educación (una internalización de la cultura, y por ende la constitución de la conciencia), es decir, una práctica de enseñanza de la literatura indiferente a las postulaciones de ambos teóricos imprescindibles estaría imposibilitada de comprender que todo encuentro con el alumno y con la obra literaria debería escaparle al monologismo.
Palabras clav
e:
Polifonía – Intersubjetividad – Signo Ideológico – Herramienta Semiótica – Pedagogía

Summary:
This article which inquires into the coincidences among Bachtín and Vigostky is divided into two parts. The first one comprehends some lines on both biographies exposed, whereas the second one highlights the theoretical concepts of each one, and also investigates their coincidences which converge into the concept of conscience that both authors postulate. In order to explain the origin of conscience, Bachtin sticks to the notion of internal speech, mediated by culture. In tune with this, Vigotsky (1995) postulates that language has a regulatory function that first is external and it later becomes internalized. Thus, the internal speech is the vehicle of our identity: it enables the continuity of the ego in daily life and an extern and social language, which is the manifestation of thought into words. Thinking does not express itself simply into words, but exists through these words, which are socially learned. A pedagogical practice that evades these ways of establishing relationships -this is what education is all about (culture internalization and therefore the constitution of conscience) - that is to say, a literature teaching practice that is indifferent to the postulations of both essential theorists would be unable to understand that every meeting between the pupil and the literary work would have to escape from monologism.
Key words:
Polyphony – Intersubjectivity – Ideological Sign – Semiotic Tool – Pedagogy

 

Me relaciono conmigo mismo
como la gente se relaciona conmigo
L. Vigotsky, 1927
No soy yo quien mira desde el interior de mi mirada al mundo,
sino que yo me veo a mi mismo con los ojos del mundo,
con los ojos ajenos;
estoy poseído por el otro
M. Bajtín, 1928

 

Prólogo

Este trabajo se inspira en dos intelectuales que atraviesan mis intereses sustanciales en el terreno de la enseñanza. Quizás tendría que aclarar que el ejercicio constante de la docencia con diferentes grupos humanos –en relación con edad, clase social, ambiente, nacionalidad; algunos libres, otros encerrados, y muchos abandonados a su suerte– fui presa de una gran dicotomía, por así decirlo, entre mi formación (incluidos los docentes y pares cuyos discursos versaban sobre los graves problemas de aprendizaje de los sujetos) y mis certezas personales sobre el potencial intelectual que –según creía y creo– no es privilegio de elites: una especie de capital del que absolutamente la totalidad de mis alumnos podía considerarse propietario. Tal vez esta idea –que compartía con unos pocos, no precisamente en la sala de profesores de los lugares donde trabajaba– hizo que me volviera muy exigente con los alumnos. Obtuve respuestas positivas. Sin embargo, toda esa práctica estuvo signada por la intuición y el consiguiente silencio. Situación inevitable cuando se carece de fundamentos para la actuación pedagógica.

No hace muchos años que me crucé con Vigotsky. Y Bajtín, aunque tuve la oportunidad de leerlo, me era ajeno pues donde estudiaba se exaltaba que los géneros primarios eran sencillos, mientras los secundarios eran complejos o que la polifonía era la suma de todas las voces. Siempre fuera de contexto, sin alcance social; y por supuesto, excluyéndolo de la tradición marxista. Vigotsky tampoco tenía contexto. Poco a poco dejé de leerlo a través de otros y supe que su obra había sido censurada y que sostenía que “lo que un niño puede hacer con ayuda es más indicativo de su inteligencia que lo que puede hacer por sí mismo”. Estudié educación, casi traicionando a las Letras. Pero luego volví. Ya había leído mucho a Vigotsky y lo suficiente a Wertsch como para sospechar que Bajtín se aproximaba, en gran medida, a Vigotsky en cuanto a sus ideas acerca de la constitución social de la conciencia.

Así estaban las cosas, ya había recorrido la agotadísima Psicología del Arte que un buen amigo me había traído de Madrid; y había releído la Estética de la creación verbal. Estaba disfrutando El marxismo y la filosofía del lenguaje, cuando me anunciaron el seminario que impartiría Hugo Mancuso, sobre Bajtín. Me gustó que el profesor no homologara lectura literaria/ lectura no literaria; y que considerara, como Bajtín y Vigotsky, que la literatura es un género crucial en el desarrollo de la inteligencia de las sociedades.

Este artículo –que indaga las coincidencias entre ambos intelectuales– se organiza en dos partes. En la primera, se exponen algunas líneas en relación a las biografías, mientras la segunda busca poner en evidencia los conceptos teóricos de uno y otro en los que hay interesantes coincidencias:

  • Signo-herramienta para Vigotsky, signo-ideología para Bajtín.
  • Polifonía para Bajtín, construcción social del conocimiento para Vigotsky o Alteridad para Bajtín, intersubjetividad para Vigotsky
  • Del habla a la escritura y de los géneros primarios a los secundarios.
  • Similitudes en cuanto al abordaje crítico del psicoanálisis.
  • Similitudes en cuanto a la concepción del arte.

Gran parte de este trabajo descansa en las clases que Hugo Mancuso impartió en el seminario Aproximación a la Teoría Textual de Mijail Bajtín (2004). Su mirada ha sido crucial en tanto incentivó las relecturas de Bajtín y Vigotsky, ya desde la práctica de enseñar. En la praxis –a ojos de ambos- está la esencia misma de las cosas, con lo cual el propósito de este escrito queda debidamente justificado.

 

Primera parte

Introducción

Durante el período socialista que atravesó la otrora Unión Soviética, especialmente mientras gobernó Stalin, fue frecuente la persecución ideológica por parte del control estatal en manos de la KGB. Tal es el caso de la producción cultural de muchos de los pensadores y filósofos de esa época que fueron condenados al destierro o la reclusión carcelaria. Uno de los intelectuales sentenciado a una labor vigilada fue Mijail Bajtín. Y el mismo régimen –que tempranamente fijara su mirada autoritaria en Bajtín– se centraría, más tarde, en Lev Vigotsky,1 que si bien fue reconocido durante el advenimiento de la revolución del 17 –merced a su gran interés por recuperar a aquellos campesinos marginados de la alfabetización– no escapó de la censura de su obra,  prohibida durante décadas (Kozulín 1990).

Ahora bien, rastrear vinculaciones entre Lev Vigotsky [1896-1934] y Mijail Bajtín [1895-1975] induce a examinar, en primer lugar, algunos datos de sus vidas, para explicarse, por ejemplo, cuáles son las razones por las que, desde disímiles disciplinas como son la filosofía y la psicología, estos dos intelectuales coinciden en su interés por desarrollar una teoría cultural que explicite el papel de la sociedad, la cultura y por ende la ideología, en la configuración de la naturaleza específicamente humana. Nos referimos a la obstinación de uno y otro por demostrar que el hombre está constituido socio-históricamente. Idea que confiere una impronta trascendental a la teoría contemporánea, es decir, más de un siglo después. En el caso de Bajtín, su obra y la de quienes formaron su círculo intelectual ejercen una gran  influencia en la lingüística, la narratología, la antropología literaria e, incluso, en los estudios culturales. Por ello, cuando se dice que Bajtín trasciende el terreno de la lingüística o que va más allá de la crítica literaria, se está aludiendo, precisamente, a su búsqueda de formulaciones menos acotadas y más destinadas a la historicidad. En cuanto a Vigotsky- cuya producción ha sido incorporada tardíamente por Occidente, como en el caso de Bajtín- sus investigaciones constituyen hoy el sustento de las teorías más modernas de aprendizaje y enseñanza, tanto en Europa como en Estados Unidos y, por ende, en Latinoamérica.

La historia de Rusia influyó de manera decisiva tanto en Vigotsky como en Bajtín ya que ambos vivieron grandes modificaciones socio-políticas. En primer lugar, nacieron en pleno cambio de siglo, durante la época zarista. Luego, como jóvenes estudiantes, fueron parte de la gran revolución que dio un giro radical a todo el país y tuvo gran alcance mundial (Kozulín, 1990). Por último, de una manera u otra, fueron víctimas del régimen.

En cuanto al problema de la censura hay que recordar dos datos. El primero, que a principios de siglo en las ciudades rusas se producen los progroms masivos de judíos. La familia Vigotsky no estuvo exceptuada de la persecución y de las limitaciones que se imponían a su pueblo. El segundo, que ciertas producciones de Bajtín pudieron ser salvadas por amigos y por él mismo –como es el caso de las obras sobre Dostoievski y Rabelais– pero una gran parte se encuentra dispersa en artículos y borradores. Sobre Vigotsky, recién en los años sesenta se empiezan a reunir sus manuscritos, también dispersos por razones políticas.2

Por último, si bien escribieron desde distintas disciplinas, hay que destacar que Vigotsky, a pesar de haberse dedicado a la psicología del desarrollo, fue un gran lector de ficción y dedicó gran parte de su vida a estudiar obras de Shakespeare, y a escribir verdaderos ensayos que podríamos incluir hoy en la teoría literaria (Vigotsky (1970)). Bajtín, por su parte, a partir de 1936, trabajó como docente en el Instituto Pedagógico de Mordova. Y, años más grande,  se interesaría por explicar las formas de adquisición o el origen de los géneros discursivos.

 

Segunda Parte

Panorama general de las coincidencias entre Bajtín y Vigotsky

Se suele ubicar a Bajtín en el contexto de la creación literaria.3 No negamos que sus contribuciones en ese medio sean fundamentales. Sin embargo, su obra supera el ámbito de la estética pues, si bien presta gran atención al concepto autoral, se proyecta hacia el problema del hombre y su constitución socio-histórica. Así, su teoría es aplicable al análisis literario y, en muchos casos, lo excede.4 En una similar dirección, Vigotsky reúne gran cantidad de materiales del campo del arte, la literatura, la psicología, la psico-neurolingüística y la medicina, a efectos de demostrar la influencia del arte en disímiles grupos humanos, y testimoniar su origen social. Se trata pues de las vidas, reflexiones y filosofías de dos autores cuyas producciones no pueden asirse a un campo, a una disciplina, a una teoría, sino que se instalan en los otros lugares, en las múltiples voces, en la otredad. Ambos, además de una época y un medio sociocultural similar, parten de la crítica al psicoanálisis y a los fundamentos biologistas freudianos para arribar, luego, a la fundación de una psicología materialista (Voloshinov/Bajtin (1999); Vigotsky (1995a)). Una teoría cultural solidaria con la idea de que la constitución de la naturaleza específicamente humana se hace posible merced a la interacción de los individuos en sus modos de vida históricamente configurados. Y ambos ofrecieron una alternativa para la cual la cultura es el medio de la existencia humana; a través de la cultura y en su interior se constituye la naturaleza humana en toda su variedad. Es así que para Vigotsky (1995c) los instrumentos psicológicos de los que dispone el hombre son creaciones artificiales por ser sociales y no orgánicos ni de creación individual. Y así como la técnica está dirigida al dominio de la naturaleza, el instrumento psicológico está dirigido al dominio de los procesos propios o ajenos. En sintonía, Bajtín alude a toda la historia que dialoga en el interior del individuo. Creemos entonces que en los dos casos se pone en juego un paralelismo entre procesos sociales y su incidencia sobre lo psíquico, pues tanto uno como otro teórico remiten a la idea de que el trabajo y la transformación de éste sobre el mundo y las cosas, modifican la conciencia humana.

Efectivamente, el sujeto en su afán de comprender no parte de cero ni se enfrenta al mundo a partir de la nada, sino que tiene detrás de él toda la historia. En rigor, es Bajtín [1997] quien en un trabajo substancial, “Autor y personaje en la actividad estética”, escrito entre 1920 y 1924, declara que la obra no se construye jamás en un acto humano solitario,5 sino que es producto de un hombre en concomitancia con otros. Más aún, el otro estará presente en el relato mucho antes de ser escrito, y la mirada de ese otro será lo que lo volverá humano. Por tanto, la identidad del individuo se constituye socio-culturalmente. Es decir que el lenguaje ha sido posible porque podemos escuchar antes que pronunciar (Bajtín, 1999). Concepto que guarda gran similitud con el marco teórico de Vigotsky, para quien todo nuestro comportamiento tiene origen en el comportamiento de nuestros antepasados (Vigotsky, (1970); (1995)).6

Por último, en lo que atañe a los rasgos de las teorías bajtiniana y vigotskiana es fácil advertir que no es la casualidad lo que las vuelve coincidentes, sino el contexto histórico, ya que ambos compartieron lecturas y movimientos culturales, como así también una formación filosófica de carácter materialista; y –al menos en las primeras décadas del siglo– un entusiasmo acentuado para con los postulados de la revolución del 17 (Silvestri y Blanck, 1993).

Además de estos puntos más generales, en nuestro recorrido, hemos encontrado otras ideas coincidentes que merecen especial atención; y que intentaremos exponer en este trabajo: el origen social del pensamiento, el lugar central de la interacción comunicativa y el contexto, el alcance de la dialogía, la importancia de una psicología socio-histórica, la impronta sociocultural del arte y el comportamiento semiótico humano.

Signo-herramienta7 para Vigotsky, signo-ideología para Bajtín

Una de las preguntas que se hace Vigotsky (1995a) es cómo se generan la subjetividad y la cultura y de qué manera interviene en su constitución el componente semiótico.8 En este sentido, hay que hacer hincapié en la noción de trabajo como punto fundamental de la actividad humana, categoría que es central en la antropología marxista primero, y que luego se traspone a la filosofía como intercambio de energía entre hombre y naturaleza que produce una transformación mutua.9 Así, el hombre se subjetiva por oposición al mundo de los objetos, coloca los objetos desde sí. Entonces, frente al orden natural, se inaugura un orden histórico donde el hombre se transforma a sí mismo, pues el trabajo supone control, a la vez que conocimiento. El trabajo, en su actividad instrumental y en su esencia interactiva, es la unidad de análisis explicativa de la constitución del ser humano. Del mismo modo, el funcionamiento intersubjetivo sumado a la actividad instrumental humana operan combinatoriamente en los procesos que expresan la voluntad: Procesos Psicológicos Superiores (PPS). Las herramientas técnicas operan transformaciones en los objetos, pero hay otras, inherentes al hombre, que generan modificaciones psicológicas y producen cambios de comportamiento; dicho de otro modo, los sujetos se transforman entre si mediante una actividad semiótica (Vigotsky,(1995c)).

Así, la conciencia es entendida como diálogo intrasubjetivo o habla interiorizada que deviene del contacto social mediado por signos. Es decir que el vector del desarrollo estaría definido por el incremento del control sobre sí mismo. Esto implica una autonomía que nos distingue de la modalidad animal ya que el hombre manipula, controla sus propios procesos psicológicos. La educación es el dominio del desarrollo social, dice Vigotsky, la manipulación consciente de los signos.10Podemos decir, entonces, que compartimos con los animales la posibilidad de responder mediante actos reflejos. Pero nos diferenciamos de las otras especies por generar procesos más complejos que se originan en el mundo social: instrumentos semióticos, conscientes y voluntarios tales como la memoria, la posibilidad de evocar un objeto o un hecho in absentia, independientemente del entorno inmediato; en síntesis, una deliberada actividad de asociación por medios de instrumentación semiótica. Se trata de los Procesos Psicológicos Superiores (PPS) cuya naturaleza depende no solamente de la filogénesis, sino también de la cultura adyacente (Vigotsky (1995c)). El hombre, entonces, es poseedor de procesos avanzados que se originan, a la manera de prácticas sociales y culturales, devenidas de un desarrollo de instrumentos semióticos más sutiles, como la escritura.11 La vida social exige entonces el uso de signos. La herramienta cultural sirve, en primer lugar, para organizar el trabajo en contacto con el entorno humano (signo externo) y luego se convierte en instrumento psicológico (signo interno), al modificar la psiquis de quien lo usa.

Lo que procura Vigotsky es mostrar que la apropiación e internalización de instrumentos y signos, que se da en un contexto de interacción, sucede gracias a la enseñanza. La maduración –que implica el uso de signos– por sí sola, no sería capaz de producir las funciones psicológicas superiores. Estas requieren de la presencia de otros; de ese seno proviene nuestra total formación cultural, nuestras creencias, nuestros conceptos. Y al aludir a las herramientas semióticas,12  se refiere al lugar social marcado políticamente, en tanto relaciones históricas de clase. En este sentido, las funciones psíquicas aparecerían como herederas de la división social del trabajo, pues aquello que aflora en el individuo, antes estaba repartido entre los hombres. En palabras de Vigotsky: “Las relaciones entre las funciones psíquicas fueron en tiempos pasados relaciones reales entre los hombres” (1995c:22).

De lo antedicho se deduce que todo signo exhibe las relaciones entre los hombres, y lanza una visión de la realidad; o sea que el signo siempre es un fenómeno ideológico. En otras palabras, la realidad está impregnada de juicios axiológicos: lo justo, lo injusto, lo malo, lo bueno, y otros. En esta misma dirección, cuando Wertsch (1995) se refiere a la obra de Vigotsky, da cuenta de la dimensión ideológica que entraña el concepto herramienta semiótica, pues postular que su adquisición es exclusiva de la mediación social implica que las mismas transforman el poder y la autoridad, y que tienen efecto sobre la acción humana.

Precisamente, así como para Vigotsky (1995a) la intersubjetividad es la base para la adquisición del mundo sígnico, para Voloshinov (1992), los signos surgen solamente en el proceso de interacción entre conciencias individuales. Es decir que la palabra es un fenómeno ideológico a través del cual se plasman la significación y los contenidos de la ideología. Así, la conciencia no puede sino estar estructurada verbalmente. Justamente, El marxismo y la filosofía del lenguaje (1992), publicado en 1929, introduce un elemento crucial al definir al signo como “la arena donde se libra la lucha de clases”. En sus páginas, Voloshinov parte del supuesto de que “todo producto ideológico posee una significación: representa, reproduce, sustituye algo que se encuentra fuera de él”. “Donde no hay signo no hay ideología”, expresa.

Un cuerpo físico es, por así decirlo, igual a sí mismo: no significa nada, coincidiendo por completo con su carácter natural único y dado. Aquí no cabe hablar de la ideología. Pero cualquier cuerpo físico puede ser percibido como imagen de algo, digamos, como imagen del carácter inerte, rutinario y necesario del mundo natural reflejado en un objeto singular. Una semejante imagen simbólica y artística de una cosa física determinada representa ya un producto ideológico. La cosa física se convierte en signo (1992: 32).

En rigor, la escuela de Tartu postula la inminencia de un estudio de la cultura como mecanismo semiótico. Un enfoque que pondere la textualidad de la cultura evidenciaría su función semiótica y subrayaría las características de los medios semióticos en que actúa. De ahí que resulte importante indicar la dimensión ideológica de la mediación pues tanto uno como otro autor reconocen al signo-cuyo único referente posible es la cultura y la ideología -como material internalizado. Y esta sería entonces la coincidencia que habría que poner en primer plano.

En segundo lugar, homologan signo y herramienta, como un modo de graficar la función del signo en el hombre (Vigotsky (1995a); Voloshinov/Bajtín (1992)). La razón de esta homologación da cuenta del rol mediador que signo y herramienta profesan, pues la herramienta se orienta externamente, y tiene por fin realizar cambios en los objetos externos. En cambio, el signo se orienta hacia la actividad interna y no modifica nada en los objetos, sino que se orienta hacia sí mismo, regulando y autodirigiendo las operaciones psicológicas.

En tercer lugar, tanto para Bajtín como para Vigotsky el signo, núcleo de la actividad psíquica humana, se origina en los contextos sociales. Esto significa que la evolución mental ontogenética es posible dada la internalización de los signos propios de los contextos culturales y sociales que atraviesa el sujeto. Al internalizarse,  los signos asumen ya no sólo una función de reflejo del mundo, sino el control del mundo interno.De este modo, la realidad de la conciencia, que es la realidad del signo, sólo puede formarse a través de la acción en sociedad; ya que el signo en su propia naturaleza es social (Vigotsky (1995ª); Voloshinov, (1992)). Al respecto, Bajtín considera que el juicio de valor incorporado al signo es de carácter social: "la esfera valorativa de un grupo social particular es la totalidad de lo que reviste importancia y significación para ese grupo. Y dicha valoración incide en el proceso generativo de la significación en la lengua" (Silvestri y Blanck 1993:53).

Esto quiere decir que al integrarse un signo a la conciencia, lo hace imbuido de la valoración social, es decir del punto de vista de un grupo determinado, aún cuando no se pertenezca a ese grupo. En consecuencia, no existe ninguna posibilidad de que un signo sea neutro, dado que está marcado por la cuestión del valor; y esto equivale a decir que todo signo es ideológico y toda ideología es un material semiótico concreto. El signo es materia de la ideología y la ideología es esencia del signo (Voloshinov, (1992)). Esta dimensión ideológica es propia del dinamismo cultural, y evoluciona con ella; es así que en cada etapa del desarrollo social siempre hay un grupo particular de objetos y una determinada serie de relaciones, que son accesibles a la atención social. “Sólo estos reciben forma semántica y se vuelven tema de intercambio comunicativo" (Silvestri y Blanck 1993:54). De ello se deduce que toda posibilidad cognitiva sea de carácter interpretativo, y que esta interpretación está determinada por una cierta ubicación en un contexto social y cultural de la historia.

Polifonía para Bajtín, construcción social del conocimiento para Vigotsky13 o alteridad para Bajtín, intersubjetividad para Vigotsky

Vigotsky (1995b) destaca la trascendencia del diálogo con los otros y la interiorización de dicho diálogo como la estructura del propio discurso interno. En rigor, se opone a la idea piagetiana de que el monólogo interior del niño (Castorina, 1995) es anterior al diálogo con su entorno, postulando que el soliloquio no es factible sin la anterior interacción familiar. Aún más, cree que lo que un sujeto puede resolver, en colaboración con otro, es más indicativo de su inteligencia que lo que puede hacer por sí mismo.14 En el mismo sentido, llega a la conclusión de que los actos más elementales de la conducta, que surgen en los estadios más tempranos del desarrollo del niño, tienen una estructura compleja, pues están mediatizados históricamente.15
Al respecto, propone delimitar dos niveles evolutivos, el evolutivo real (edad mental), como desarrollo de las funciones mentales de un niño, establecido como resultado de ciclos evolutivos, y el nivel de desarrollo potencial determinado por la capacidad de resolver un problema con intervención de un adulto o un compañero más capaz. Sobre la base de estos conceptos, postula la categoría central de “Zona de Desarrollo Próximo”, definiéndola como el cruce entre el grado de resolución de una tarea que una persona puede alcanzar actuando independientemente y el grado que puede alcanzar con la ayuda de un experto en esa tarea. La ZDP es el lugar donde pueden desencadenarse procesos de incremento, modificación o construcción de los saberes, en base a la ayuda de los otros (Vigotsky (1995ª)). Resumiendo, para Vigotsky el origen de los procesos psicológicos superiores debe buscarse en las interacciones sociales mediadas por instrumentos. En realidad, “acción mediada” (Wertsch (1995)) es la unidad de análisis adecuada para el marco teórico vigotskyano. La conciencia se convierte en el objeto fundamental de su investigación, concebida como la organización observable objetivamente  del comportamiento, que nos es transferida a los seres humanos a través de la participación en las prácticas socioculturales. La incorporación al plano individual, intrapsicológico de lo que previamente ha pertenecido al ámbito de la interacción entre el medio y el individuo constituye uno de los conceptos claves de los estudios de Vigotsky y se denomina “internalización”.

Ahora bien, si analizamos la idea del psicólogo soviético según la cual el conocimiento se conquista, como decíamos más arriba, a partir de la mediación cultural e histórica, deducimos que el sujeto está constituido por las voces de la cultura y la historia que han conformado su conciencia y que estarán presentes, a modo de signos, en el transcurso de su vida. Esta forma de ver la conciencia como una construcción socio-histórica habilita a presuponer, asimismo, que el individuo está habitado por las voces de sus antepasados y de su presente. En conjunción, expresa Bajtín:

Efectivamente, apenas empieza un hombre a vivir su propia persona por dentro, en seguida encuentra los actos de reconocimiento y amor de los prójimos, de la madre, dirigidos desde el exterior: todas las definiciones de si mismo y de su cuerpo, el niño los recibe de su madre y de sus parientes más cercanos. De parte de ellos y en el tono emocional y volitivo del amor de ellos, el niño oye y empieza a reconocer su nombre y el de los elementos referidos a su cuerpo y a sus vivencias y estados internos (Bajtín (1999): 51).

Vemos entonces que el concepto bajtiniano que se asocia a la noción de intersubjetividad es el de alteridad o multiplicidad de voces en el discurso. Como sabemos, la alteridad es un fenómeno que se relaciona con la distinción entre el yo y el otro. Un nuevo texto o enunciado, –verdadera unidad de comunicación– genera nuevos significados. Según Wertsch (1995) estarían presentes siempre un aspecto de transmisión o información, vinculado a la intersubjetividad, y un aspecto de generación de pensamiento. Es decir, Bajtín propone una teoría del lenguaje edificada en intercambio social. El acto comunicativo es un intercambio de voces que reproducimos, manipulamos, citamos; y en nuestro propio fluir comunicativo intercambiamos voces: palabras de otros, conversaciones, etcétera. Nuestro propio lenguaje es polifónico pues todos los pensamientos son formas de diálogos internalizados, de manera tal que las voces de los otros son incorporadas al propio discurso. Los enunciados surgen como respuestas a enunciados anteriores y se orientan hacia los que vendrán en el futuro (Bajtín (1999)). El yo se configura a instancias del otro y ese otro está instalado en nuestro territorio. Esto induce a considerar que es por naturaleza polifónico y se comunica en una mixtura de voces que tienen orígenes diversos. En tanto implica pluralidad y otredad, sería contrario a la voz monológica que impone el discurso del poder: la norma y la autoridad.

Además de tomar en cuenta las voces de los individuos en su contexto sociohistórico, Voloshinov (1992) demuestra que sus formas de internalización (usaba internalización lo mismo que Vigotsky) son específicas histórica y socialmente. Concepción que se puede ver funcionando en sus obras teóricas acerca de la carnavalización y del discurso de la novela. Recordemos que sobre esta postula que se trata de un interjuego entre la voz del autor y las voces de sus personajes (Bajtín (1999)). Para Bajtín, entonces, la experiencia discursiva de cada persona se hace posible porque su interior se constituye en razón de una asimilación permanente de los enunciados de los otros. A este proceso Bajtín lo considera como asimilación creativa de palabras ajenas de diferente grado de alteridad. Y subraya:

Nuestro discurso o sea todos nuestros enunciados (incluyendo obras literarias) están llenos de palabras ajenas de diferente grado de alteridad o de asimilación, de diferente grado de concientización y de manifestación. Las palabras ajenas aportan su propia expresividad, su tono apreciativo que se asimila, se elabora, se reacentúa por nosotros” (Bajtín (1999): 279).

Batjín nos aporta también el concepto de “ventrilocución” (Kozulín 1990) como un proceso clave para generar la internalización. Este consiste en la integración en el discurso propio de lo que denomina “voces ajenas”, voces que resuenan en la mente y que permiten transportarnos a contextos y experiencias pasadas proyectadas en el presente y que, a su vez, facilitan la representación en el futuro. Los lenguajes sociales y la ventrilocución actúan como procesos claves en la configuración de nuestra identidad cultural de género.

Del habla a la escritura y de los géneros primarios a los secundarios

Como pudimos observar, el concepto vigotskiano de intersubjetividad (Wertsch (1995)) hace alusión a que el adulto y el niño –implicados en una actividad a desarrollar– tienen cada uno por su parte una definición de la situación, y del conjunto de acciones a ejecutar en la misma. Para que pueda establecerse la comunicación es necesario un cierto nivel de intersubjetividad. El proceso, que permite la negociación entre los participantes depende de que se utilicen formas apropiadas de mediación semiótica (ver el ítem correspondiente a signo).  Recordemos que la “internalización”16 se define como la interiorización de una operación externa.

En esta línea, todos aquellos sistemas que componen el orden social genérico tienden a formar parte de los esquemas de percepción mentales de los individuos. De esta forma, contribuyen a la constitución de su identidad personal (Wertsch (1995)). Es decir, al proceso de “internalización” de pautas sociales se vinculan a dos procesos intermedios, el dominio y la apropiación cultural. Wertsch (1995) los considera dos constructos fundamentales para definir y conceptuar dicho proceso. Los diversos contextos y escenarios culturales (la familia, los grupos sociales, las instancias formales, los medios de comunicación, etc.) proponen herramientas culturales (como el lenguaje) cuyo dominio por parte de los sujetos es un mecanismo fundamental en el proceso de adaptación.

Ahora bien, el hecho de que el pensamiento se constituye mediante la adquisición, uso y dominio de instrumentos mediadores es debido al carácter semiótico de la conciencia humana. Para ello, la adquisición se produce en el marco de actividades socialmente significativas. Bajtín (1999) plantea como ejemplos de lenguajes sociales los dialectos, la forma de comportarse de un grupo, las jergas profesionales, lenguajes genéricos, lenguajes de generaciones y grupos por edad, lenguajes tendenciosos, lenguajes de autoridades, de diversos círculos, de modas pasajeras y, por último, lenguajes que sirven a propósitos sociopolíticos del momento. En la idea de los lenguajes sociales planteados por Bajtín subyace el poder de estos para actuar como modeladores de la conducta individual.

Bajtín (1999) nos habla de los géneros primarios que de hecho, también son formas de mediación semiótica y se corresponden con la noción de intersubjetividad y con la definición de situación compartida. Así, sostiene que cada sociedad tiene patrones, pautas o esquemas motivados por distintas necesidades de la época y del contexto en general. Estos moldes de la vida, orales o escritos son infinitos y los llama “géneros discursivos primarios”, pues surgen en situaciones directas y concretas de comunicación y son transmitidos por las sucesivas generaciones. Es así que todo enunciado pertenece a un género discursivo, que tuvo su origen en una práctica social. Estos tipos relativamente estables de enunciados están siempre renovándose y son manejados por la sociedad en su conjunto. En esta misma línea, para Vigotsky (1995c) el aprendizaje del habla está supeditado a las herramientas provistas por la cultura, no a la manera de enseñanza sistemática como es el caso de la escritura, sino de forma espontánea, en el mismo contacto familiar. Por el contrario, la escritura, al formar parte de los procesos superiores –debido a la complejidad que acarrea su aprehensión- requiere una enseñanza sistemática.

En Bajtín (1999) este sentido de enseñanza sistemática asume la noción de los géneros secundarios que surgen en condiciones de la comunicación cultural más compleja. Estos géneros requieren la organización y estilización de un mundo puesto en palabras en el que las relaciones espaciales, temporales y semánticas se vuelven artísticamente significativas. Es decir que la intención comunicativa primaria desaparece y la causalidad pasa a formar de la trama literaria. En otras palabras, en la elaboración de un género secundario hay un autor centrado en una posible reelaboración del mundo que partió de la palabra y del mundo para arribar a un segundo nivel de representación. Los géneros primarios, por el contrario, son adquiridos en situaciones de interacción cotidiana.

Nos expresamos únicamente mediante determinados géneros discursivos, es decir, todos nuestros enunciados poseen unas formas típicas para la estructuración de la totalidad, relativamente estables. Disponemos de un rico repertorio de géneros discursivos orales y escritos. En la práctica los utilizamos con seguridad y destreza, pero teóricamente podemos no saber nada de su existencia (Bajtín (1999): 267).

Por lo tanto el significado de la palabra existe antes objetivamente para otros y tan sólo después comienza a existir para el propio niño. Todas las formas fundamentales de comunicación verbal del adulto con el niño se convierten después en funciones psíquicas (Vigotsky (1995c):150).

Para resumir, creemos que hay relación directa entre la noción bajtiniana de “géneros primarios” y “habla informal vigotskyana”,17 así como correspondencia entre géneros secundarios y “escritura” pues tanto los géneros primarios como el habla se adquieren en relación social sin enseñanza sistemática, sino en contextos naturales. Por el contrario, la complejidad de los géneros secundarios y de la escritura exige una enseñanza regulada.

Similitudes en cuanto a la crítica al psicoanálisis

La posición crítica de Bajtín (Voloshinov/Bajtin (1999)) con respecto al psicoanálisis, sobre todo al freudismo, guarda una similitud palpable y manifiesta con las ideas postuladas por Vigotsky sobre dicho paradigma. Para empezar, ambas teorías comparten el rechazo a las concepciones psicológicas imperantes en la Rusia de los años veinte de enfoques fisiológicos y reflexológicos, cuyo principal objeto de estudio era la conducta.  Tendencias que provienen por un lado de las Ciencias Naturales –la psicología fisiológica, explicativa y causalista– y por la otra, de las Ciencias propiamente Humanas; y que encuentran su expresión más clara en una psicología comprensiva, teleológica o del espíritu como es el caso de Dilthey y Husserl (Kozulín, 1999). Tanto Bajtín-Voloshinov como Vigotsky, entonces, se posicionarán críticamente frente a ambas tendencias de la investigación psicológica, en tanto ni la psicología de la conducta, ni el freudismo dan cuenta del lugar de la Historia y de la Cultura en la constitución del sujeto –interés primordial de Bajtín– ni en la formación de las funciones psíquicas superiores, objeto de Vigotsky.

En Freudismo, un bosquejo crítico (Voloshinov/Bajtín (1999)), cuya primera edición es de 1927, se pueden rastrear formulaciones que objetan de manera categórica la distinción consciente-inconsciente. Ante todo, se propone denominar “ideología privada”, “ideología concreta” o “ideología cotidiana”al “lenguaje interno y externo que impregna nuestro comportamiento" (Voloshinov/Bajtín (1999): 87). A la sazón, los conflictos entre consciente e inconsciente, descritos por el psicoanálisis, no son más que conflictos entre el lenguaje interno y el externo, es decir, conflictos de la ideología concreta. Según el crítico soviético, dichos conflictos son ideológicos y no espirituales, dado que reflejan la pertenencia a una determinada clase social. Y considera que el aspecto moral está oculto entre líneas en la teoría freudiana (por ejemplo, la crítica de la homosexualidad o el punto de vista masculino sobre la mujer) pues las instancias censoras, como el “super yo”, no son entidades absolutas, sino que dependen de la eventual adscripción social o de la visión ética del individuo. En otras palabras, una de las formas que asumirá esta tensión entre materialismo e idealismo al interior de las discusiones sostenidas por el autor, será a través del lugar que se le asignará a lo natural y a lo histórico respecto de la formación de la psique. En palabras de Voloshinov:

El contenido y la composición de los estratos no oficiales de la ideología privada (es decir, según Freud, el contenido y la composición del inconsciente) están condicionados por la época y por la clase social en la misma medida que los estratos ‹censurados› y el sistema de ideología formalizada (la moral, el derecho, la cosmovisión) (Voloshinov/Bajtin (1999): 88).

Con esto nos está alertando sobre el carácter ideológico de la teoría freudiana, al exponer que la experiencia individual consciente ya es ideológica y, desde el punto de vista científico, no es una realidad primaria e indivisible: se trata, más bien, de una elaboración ideológica específica de lo que existe. Y reafirma su posición al sugerir que las ideas de un salvaje y la obra más perfecta de la cultura son dos eslabones de la misma cadena ideológica. Entre ellas existe toda una serie de grados y pasajes incesantes. Cuanto más clara es la idea que un sujeto sostiene, más se acerca a los productos formalizados de la creatividad científica. Más aún, una idea no alcanzará una claridad definitiva si no se la puede precisar a través de la verbalización (Voloshinov (1999)). En otro pasaje, arremete contra la producción de Freud pues estima que su teoría desvincula la psique de la historia social, a la vez que el hombre pasa a ser un organismo biológico psicologizado o un microcosmos asocial que se auto abastece. Al mismo tiempo, objeta el carácter burgués y ahistórico del psicoanálisis que busca en lo sexual la base de la explicación de la vida (Silvestri y Blanck 1993: 209).

Para entrar en la historia no basta con nacer físicamente como el animal, que permanece al margen de la historia. Es necesario, por así decirlo, un segundo nacimiento, un nacimiento social. No se nace organismo biológico abstracto, sino campesino o aristócrata, proletario o burgués, y ese es el punto capital (Silvestri y Blanck 1993: 174).

Por el lado de Vigotsky, uno de los puntos nucleares de su teoría,  que se hará presente en toda su producción, es la inquietud permanente por la tensión entre Naturaleza e Historia y Cultura. Y así como Bajtín se posicionara, tanto en contra de las psicologías conductuales y biologistas imperantes como del psicoanálisis, objetará sus improntas fisiológicas. Según Vigotsky, lo inconsciente serviría al psicoanálisis de hipótesis ad-hoc para restablecer la continuidad de la vida psíquica, sin superar el biologicismo. Como Bajtín, aludiendo a las teorías que en su época eran las consideradas modernas, expresa su carácter ahistórico y su constante homologación hombre- animal:

Así, por ejemplo, la psicología nos ha hecho saber que la formación de los conceptos abstractos se configura claramente en el niño a los 14 años aproximadamente, de la misma manera que los dientes de leche se cambian por los permanentes alrededor de los 7 años. Sin embargo, esta psicología no ha podido responder a la pregunta de porqué la formación de los conceptos abstractos se relaciona precisamente con esa edad (Vigotsky (1995c): 13).

La teoría vigotskyana, entonces, rechaza el concepto de desarrollo lineal del niño e incorpora el concepto de dos formas interrelacionadas: la historia de la cultura y la historia de los individuos, un proceso constante en el desarrollo de las distintas funciones18 (Vigotsky (1995c)).

Similitudes acerca del abordaje del arte

Como mencionáramos más arriba, la época que venimos tratando estuvo fuertemente signada por la impronta del positivismo que ejerció gran influencia en el campo de la cultura; por ende, también la crítica literaria fue presa de los modelos imperantes. Situación que se agravó con el advenimiento de la revolución rusa, en tanto gana el terreno literario la perspectiva sociológica maniquea que escinde la producción en dos instancias: aquello que es revolucionario se situará en el vértice positivo, lo contrario será contrarrevolucionario.

A principios de siglo, el formalismo ruso, inspirado en de Saussure, constituye un paradigma que atravesará gran parte del siglo XX. En su seno, críticos y filósofos se empeñarán en definir las obras teniendo en cuenta su inmanencia: la literariedad; y por lo tanto excluyendo toda mirada social que implicara la referencia a sujetos y fenómenos sociales. Orientadas hacia el código y hacia la diferenciación entre lenguaje poético y lenguaje práctico o prosaico, las reflexiones del formalismo rastreaban la especificidad del arte: la utilización peculiar de la materialidad de la escritura y/o el procedimiento artístico como un fin en sí mismo. Al respecto, postula Shklovsky: “Si el ambiente social y las relaciones de producción ejercieran influencia sobre el arte, entonces los argumentos narrativos, ¿no se verían limitados al lugar en que corresponden a estas relaciones? Pero los argumentos carecen de hogar” (Volek, 1992: pp. 38).

Aunque Bajtín parte de las investigaciones llevadas a cabo por los formalistas rusos, pretende quebrar el estrecho marco lingüístico-morfológico que las limita poniendo en primer plano la dimensión antropológica y social. Así, desde la Escuela de Tartu postula la relevancia del campo sociocultural para una justa y más completa definición de literatura, en tanto no se puede escindir la obra de las condiciones sociales en que fue producida.19 La obra, entonces, es producto de los procedimientos artísticos conjugados con el signo de la cultura. Como vemos, la propuesta de Bajtín pone en primer plano el carácter social de la literatura que se descubre en los materiales, los procedimientos y el proceso social que la constituyen.20

Este mismo significado social puede extraerse de La Psicología del arte, de Vigotsky21 quien, a la vez,  pone de relieve los procedimientos artísticos como  materialidad del lenguaje en la obra:

El arte es social y si bien su acción se realiza en un individuo en particular, ello no significa que sus raíces y esencias sean individuales. Es ingenuo entender como social solo lo colectivo, como la existencia de una gran cantidad de personas. Lo social está también donde hay solo una persona con sus sufrimientos personales. Y por ello el arte, cuando realiza una catarsis e incorpora un fuego depurador de las conmociones más íntimas, más importantes de la vida del alma, constituye la acción social. El problema no tiene lugar como la muestra la teoría del contagio, es decir, el sentimiento que surge en una persona contagia a todos, y sólo entonces llega a ser social; sino a la inversa. El surgimiento de los sentimientos externos a nosotros se realizan mediante la fuerza del sentimiento social, que a su vez se objetiviza, materializa y afianza en los objetos exteriores del arte, instrumentos de la sociedad (Vigotsky (1970): 305).

Frente a la idea de la autonomía de la literatura, que ve al lector no como un ser social sino como un alma solitaria que busca en su más apartada soledad el sentido estético, Bajtín recupera la idea de que la literatura es propiedad del hombre y del mundo (Bajtín, [1997]). En sintonía, Vigotsky reivindica este concepto, al mismo tiempo que otorga gran relevancia a la creación artística colectiva. Con ese fin, cuenta que Tolstoi, reunido con diferentes grupos de niños, los incitaba a buscar con él formas de terminar sus historias (Vigotsky (1970))

En otro orden de cosas, Bajtín asume que hay verdadera obra de arte cuando los personajes creados por un autor se distinguen radicalmente de la subjetividad que les presta vida: ser autor implica tener una relación de discontinuidad frente a las representaciones que genera su imaginación. La verdadera experiencia estética no consiste en fundirse ni como espectador ni como creador con los personajes, sino en mantener una cierta distancia frente a ellos (Silvestri y Blanck 1993). Acerca de esta idea de distanciamiento, Vigotsky alude a los teóricos que defienden la idea de que la música transporta a quien la escucha al estado de ánimo del autor, expresando irónicamente:

La música me transporta de manera inmediata al estado de ánimo del que la escribió. Mi alma se confunde con la suya, le sigo en sus sentimientos, pero ignoro por qué lo hago. Pero el que escribió por ejemplo, la sonata a Kreutzer –Beethoven- sí conocía las causas que le habían llevado a aquel estado que, a su vez, le había impulsado a cometer ciertas acciones, todo aquello poseía para él un sentido, pero para mí no tiene ninguno (Vigotsky (1970): 307).

Asimismo:

Y en efecto, muy triste sería el problema del arte en la vida, si no tuviera otro fin que el de contagiar a muchos los sentimientos de uno” (Vigotsky (1970): 298).

Con respecto a la idea de autor y tomando en cuenta la cuestión de la especificidad literaria, también encontramos coincidencias, ya que Bajtín cree que el escritor es alguien que sabe trabajar el lenguaje, alguien que puede decir lo propio en un lenguaje ajeno; y expresar lo ajeno en un lenguaje propio. “Hay que decir además que el lenguaje, que en una gran medida ya es encontrado previamente por un artista de la palabra, aparece como profundamente estetizado, mitologizado y antropomorfizado” (Bajtín [1997]: 104).

En paralelo, Vigotsky (1970) sostiene que la obra de arte es premeditadamente un sistema organizado y calculado. Su organización consiste en dar al material de la obra cierta forma, que incluye la composición de los materiales y otros recursos relacionados orgánicamente con la composición de un tipo específico de arte.

Ahora bien, muchos de los pensamientos de Bajtín y Vigotsky desbordan el problema puramente estético y de la concepción del concepto de autor en pro de un desarrollo ético de sus reflexiones. En rigor, para Bajtín (1999) una verdadera ética de la alteridad no consiste en representar al otro caprichosamente, sino que se trata de un problema ético:

Yo debo responder con mi vida por aquello que he vivido y comprendido en el arte, para que todo lo vivido y comprendido no permanezca sin acción en la vida. Pero con la responsabilidad se relaciona la vida. La vida y el arte no sólo deben cargar con una responsabilidad recíproca, sino también con la culpa. Un poeta debe recordar que su poesía es la culpable de la trivialidad de la vida, y el hombre en la vida ha de saber que su falta de exigencia y de seriedad en sus problemas existenciales es culpable de la esterilidad del arte (Bajtín (1999): 11).

Evidentemente, también Vigotsky está aludiendo a la ética cuando garantiza su impronta trascendental en la construcción del hombre nuevo:

En el carácter concreto de la imagen artística, condicionada por al peculiaridad del camino psicobiológico que conduce a ella reside su inmensa fuerza que enciende el sentimiento, despierta la voluntad, y eleva la energía, que predispone y prepara para la acción. Sin un arte nuevo, no habrá un hombre nuevo” (Vigotsky (1970): 314).

Finalmente cabe aclarar que si bien Bajtín aborda la literatura desde la vida, se aviene a demostrar que a pesar de su naturaleza común, las diferencias entre los géneros discursivos primarios y secundarios son muy importantes. Los secundarios, como la literatura surgen en condiciones de comunicación cultural compleja. En éstos, los primarios pierden su relación inmediata con la realidad o vínculo del lenguaje con la vida. Sobre este tópico, Vigotsky está empeñado en demostrar la necesidad de la enseñanza del arte -o sea de estos géneros secundarios–, a pesar de la complejidad que entrañan, pues lo esencialmente humano, lo que separa al hombre del rudimento es la incorporación del arte a la vida (Vigotsky (1970)).

Algunas conclusiones

Nos queda por examinar cómo la totalidad de las coincidencias examinadas confluyen en el concepto de conciencia que postulan ambos autores. Tópico que nos llevaría un capítulo más, pero que dejaremos planteado aquí. Tenemos que Bajtín se apoya en la noción de habla interna, mediada por la cultura, para explicar el origen de la conciencia:

Las unidades que constituyen al habla interna son un tipo de unidades globales que se parecen en cierto modo a un fragmento de habla monológica o unidades completas. Pero la mayoría de ellas se asemejan a líneas de diálogo. Había una buena razón para que los pensadores de otros tiempos concibieran el habla interna como un diálogo interno… Sólo descubriendo las formas de las producciones globales y, especialmente, las formas del discurso dialógico, puede arrojarse luz sobre las formas del habla interna así como sobre la lógica peculiar de su concatenación en la corriente del habla interna”22 (Wertsch (1995): 233).

En sintonía, Vigotsky (1995) postula que el lenguaje tiene una función reguladora que primero es externa y que se internaliza posteriormente. Así, el habla interior es el vehículo de nuestra identidad y permite la continuidad del yo en la vida cotidiana y de un lenguaje externo, social, que es la manifestación del pensamiento en palabras. El pensamiento no se expresa simplemente en palabras, sino que existe a través de ellas, aprendidas socialmente.

Para terminar,  una práctica pedagógica que evada estas formas de concebir las relaciones entre las personas, que de eso se trata la educación (una internalización de la cultura, y por ende la constitución de la conciencia), es decir, una práctica de enseñanza de la literatura indiferente a las postulaciones de ambos teóricos imprescindibles estaría imposibilitada de comprender que todo encuentro con el alumno y con la obra literaria debería escaparle al monologismo.

 

Notas:

[1]A lo largo de mis estudios sobre Vigotsky, encontré vinculaciones entre sus postulados y el pensamiento bajtiniano. Lo que siempre me develaba era su entusiasmo por la revolución. Poco tiempo después, gracias a los datos de Wertsch (1995), descubrí que no había sido perseguido tanto como Bajtín por haber muerto antes de la asunción de Stalin; no obstante su obra había sido censurada. Lo interesante del caso es que Occidente, al asociarlo al comunismo no lo tomó en cuenta durante cuatro décadas. No hace mucho se lo estudia, sin demasiadas reservas ideológicas. También, leyendo a Kozulin, (1990) supe que su entusiasmo por el régimen había mermando a los pocos años de iniciar sus investigaciones con los campesinos analfabetos. Al respecto, la situación vivida con Luria (de la que daré cuenta más adelante) en ese contexto lo decepcionó, al comprobar el estado de indigencia cultural en el que se encontraban los campesinos. A esta experiencia, testimoniada por Luria en una carta dirigida a Vigotsky, sigue la detención de Luria por parte de la policía del régimen. Probablemente sea este el episodio que da lugar a las dudas de Vigotsky en relación a la política imperante de esos años pre-stalinistas.

[2]En 1954, Bruner conoce el trabajo de Vigotsky sobre la función del lenguaje en el desarrollo y la Zona de Desarrollo Próximo ZDP, en un congreso internacional celebrado en Montreal (Bruner, 1984). En 1956, Nikita Kruschev comienza a divulgar las obras de Vigotsky en la URSS. En 1962, el Instituto Tecnológico de Massachusset  pública en inglés una versión de Pensamiento y lenguaje. En 1970 Toulmin, alude a Vigotsky como el Mozart de la Psicología (Kozulin, 1990). En 1985, comienza a difundirse en España su obra en la Sociedad Española de Psicología. En los 80, se publican en EE UU las obras de Luria y Leontiev que valoran las aportaciones teóricas y metodológicas de Vigotsky. En los 90  se inicia en EE UU un movimiento neovigotskiano de gran influencia en el ámbito educativo (Kozulín, 1990).

[3]Las propuestas de Bajtín nos hace tomar conciencia de que la actividad literaria es el devenir de las prácticas socio-históricas (apuntes de seminario).

[4] Son numerosas las situaciones y los contextos en que Bajtín –lo mismo que Vigotsky- se nos vuelve imprescindible, teóricamente hablando.

[5]Recordemos que Marx tampoco reconoce el acto individual.

[6]Para Vigotsky, todo lo que el hombre tiene de humano es su trabajo y su arte adquiridos socialmente, que constituyen los Procesos Psicológicos Superiores. En Vigotsky, las funciones psíquicas pueden ser naturales o inferiores típicas de los animales; superiores rudimentarias y superiores avanzadas. A las avanzadas se llega con entrenamiento y enseñanza (Vigotsky (1995b)).

[7]La palabra y su función evolucionan junto con el desarrollo del niño, de este modo la palabra en la primera infancia es sólo una palabra; más tarde se incluye en una categoría; de modo que constituye un signo (Vigotsky (1995c)).

[8]No parecen ser ajenos a esta formulación desarrollada por Vigotsky la influencia de Bajtín en cuanto a un nuevo tipo de crítica literaria, la lingüística de Jackobson.

[9] “La razón es tan astuta como poderosa”, escribió Hegel, “su astucia consiste en su actividad mediadora que, haciendo actuar a los objetos y reaccionar los unos con los otros, de acuerdo con su naturaleza, sin ninguna interferencia directa, lleva a cabo las intenciones de la razón” (Hegel (1990): 209)

[10] El desafío de integrar a las masas analfabetas al discurso revolucionario, hace que la psicología de Vigotsky se preocupe, sobre todo, por  brindar soporte teórico a una teoría del aprendizaje, vinculando éste inmediatamente a la necesidad de escolarización (Bonin (1991)).

[11] Vigotsky dice que hay un uso del instrumento semiótico que parte del lenguaje y posibilita el arribo a enunciados como la ficción, la ciencia y abstracciones cada vez más complejas (Vigotsky (1970)).

[12]De hecho Vigotsky plantea emplear el término función psicológica superior, o conducta superior, específicamente para referirse a la combinación de herramienta y signo en la actividad psicológica (Vygotsky (1995c)).

[13] Del mismo modo que Vigotsky (1995) excluye la vieja teoría del reflejo al postular la construcción social del conocimiento, Bajtín (1992) plantea que en el conocimiento la conciencia no desempeña una función pasiva en tanto reflejo mecánico, sino que es actora de un proceso y el producto de su actividad es un reflejo. De manera que a comienzos de siglo se concebía la construcción social de la realidad.

[14]En realidad, que la inteligencia es social lo van a plantear los neovigotskianos. Por ejemplo, Resnick (1999) defiende la idea de que la inteligencia humana no es individual.

[15]En Vigotsky la conciencia es entendida como habla interiorizada que deviene de la interacción semiótica (contacto social semiótica o dialógicamente mediado).

[16]“Podemos formular la ley genética general del desarrollo cultural del siguiente modo: toda función en el desarrollo cultural del niño aparece en escena dos veces, en dos planos, primero en el plano social y después en el psicológico, al principio entre los hombres como categoría interpsíquica y luego en el interior del niño como categoría intrapsíquica” (Vigotsky (1995):150).

[17]Para su estudio, ver tópicos del 1 al 7 en el tomo III de las Obras Escogidas que citamos en al bibliografía.

[18]Lo psíquico y lo fisiológico pueden ser abordados integralmente a través de la psicología dialéctica

[19]Desde esta mirada, el texto se encuentra atravesado por otros textos. Esta teoría del lenguaje como enunciado socialmente orientado y como un hecho ideológico confiere a la propuesta su rasgo posestructural y poslingüístico, razón por la cual se le califica como translingüística, en atención a los aspectos extralingüísticos a los que atiende, en contradicción con la ortodoxia en la ciencia del lenguaje. Pero la consideración del signo literario como un campo de batalla, una arena de tensiones y valores, constituye un fundamental quiebre de los enfoques mecanicistas característicos de la visión marxista ortodoxa. A diferencia de ellos la polifonía bajtiniana instala la lucha de clases en la propia configuración semiótica (Apuntes de seminario. Además esto se puede leer en toda la obra de Bajtín que hemos recorrido y que detallamos al final del trabajo).

[20]Apuntes de Seminario de Hugo Mancuso.

[21]En Psicología del arte continúa las investigaciones sobre critica literaria comenzadas en los años de estudiante, sometiendo a análisis no solamente la tragedia de Hamlet, sino también otras formas literarias menores, como novelas y fábulas. Concluida en 1925, fue su tesis. No se publicó en vida de Vigotsky, sino 30 años después de su muerte.

[22]Esta cita es tomada por Wertsch en otro contexto, pero nos resulta significativa para nuestro trabajo. La misma corresponde a Marxism and the Philosophy of Language, traducido del ruso por Matejka y Titunik, Nueva York: Seminal Press, 1973.

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