Antonio Gramsci primero y Ludwig Wittgenstein después, son los autores que durante el presente siglo más contribuyeron a desalinear el discurso filosófico de la Modernidad y que mejor explicitaron los supuestos pequeños burgueses de éste.
Representan además el único proyecto sistemático, al menos desde Marx, que intentara fundamentar la teoría y la praxis de las Ciencias Humanas, atendiendo incluso a la problemática epistemológica y por ello ideológica de su discurso.
Desde esta perspectiva es que podemos discutir algunas categorías de la economía lingüística, y en general semiológica, de la entera Cultura.
1. Premisas
Por diversas razones, en definitiva muy claras aunque difíciles de reconocer públicamente, las Ciencias Humanas padecen de una crónica superposición de sus categorías explicativas y de sus términos teóricos básicos no reconociéndose sin embargo la concatenación (o derivación o consecución lógica) de muchas de ellas, resistiéndose la crítica a explicitar dicha relación, con lo cual se podría desarrollar un corpus unificado del material social. Las Ciencias Humanas fueron tal vez poco científicas, no por su objeto o su método, sino por carecer de un corpus teórico modificable pero unificado, debido a los supuestos ideológicos, alienados en un lenguaje mitificado, de los científicos sociales (y de los muchos dilettanti metidos a filósofos, desde abogados a médicos, pasando –parafraseando a Trosky– por ideológicos, periodistas y publicistas).
Una categoría es cualquier concepto muy general que es usado por su poder de conferir un cierto orden a un sistema o al menos a un agregado de otros conceptos, en virtud de lo cual, son investidos o considerados de generalidad inferior con relación al primero, general, categorial, sea ya en la vida cotidiana, sea en la investigación científica.
Como ha demostrado ya Wittgenstein –sobre todo en las Philosophische Untersuchungen [1953] –, es puramente mítica la idea de que existe un catálogo finito y restringido de categorías incondicionadas. Las categorías, además, deben ser comprendidas y utilizadas históricamente. Es verdad además que las categorías más generales (como las clásicas de Aristóteles o la cuádruple división en tríadas kantianas) están dotadas de una especial persistencia hasta el punto que dicha persistencia puede ser usada como criterio para la generalid o generalización. Sin embargo esto no implica ninguna referencia necesaria a entidades metafísicas, es decir super o hipohistóricas. El acento en cambio debe ser colocado en las mutaciones que dichas categorías padecen en el espacio (incluso social, i.e. clase) y en el tiempo. No sólo encontramos que las categorías difieren de una cultura a otra sino que además estamos también en grado de examinar problemas desde diversos ángulos categoriales, eligiendo nosotros mismos qué categoría debe ejercitar su poder de ordenación sobre las otras, de tal modo que cambien todo nuestro sistema categorial y el respectivo nivel de generalidad de las categorías implicadas en dicho proceso lógico-semio-epistemológico.
Las categorías son un reflejo de la realidad no en tanto naturaleza sino en tanto práctica social , en tanto producto humano.
La investigación científica es una feta de la práctica social y sus procedimientos y sus resultados están entre los productos humanos más refinados, tal como elípticamente nos enseña el Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas . La idea de que algo que es un producto humano puede existir, ir, ser, exento de cambio es igualmente mítica, en términos gramscianos, alienada . Pero, por el contrario, es igualmente cierto que aspectos constantes de la práctica social determinan las categorías constantes (tal es mi definición de reproducción social inspirada en el pensamiento de Gramsci y de Wittgenstein, es decir, la existencia de una Mente Social formadora y luego reproductora del consenso ideológico acerca de un determinada Realidad histórica y de clase).
Dichos aspectos constantes se derivan obviamente también de los factores ambientales, biológicos y no sólo sociales, sujetos todos sin embargo a posibles eventuales cambios y transformaciones aunque más o menos constantes a través del tiempo, al menos en una corta duración humana. Asimismo, cualquier Sociedad, también en el nivel de una comunidad primitiva, debe forzosamente organizarse en cierto modo y con pretensión de mayor o menor inmutabilidad.
Este proceso determina necesidades fundamentales y también constantes, casi universales, a saber la necesidad imperativa e irrenunciable de comunicarse; de organizar la comunicación y por ende estructurar las relaciones sociales sobre la base de las (a/si-)metrías comunicativas. Esta comunicación tiende a promover factores constantes: el sistema lingüístico-comunicativo, que vive dramáticamente la tensión a veces insoportable entre la variación y la norma; entre el cambio y las constantes. Símiles a lo que Gramsci denominara precisamente “sentido común” y que Wittgenstein tan bien analizara al inicio de las Investigaciones: “Nuestro lenguaje puede verse como una vieja ciudad: una maraña de callejas y plazas, de viejas y nuevas casas, y de casas con anexos de diversos períodos (...)” ( PU §18).
Existe, entonces, una constancia que es histórica y por ello temporabilizable en coordenadas y contextos culturales, humanos no naturales.
En todo análisis de la Cultura se debe tener en cuenta la permanente dialéctica existente entre “constante” (en términos culturales) y “fluyente” (en el sentido de cambiante con el tiempo) y esa dialéctica es la que determina la existencia de la misma Reproducción Social, la estructura social de fondo, la suma de todas las necesidades de esa Sociedad y de los mecanismos válidos socialmente para satisfacerlas. La Reproducción Social es el “organizador de fondo” de esa cultura, y por ello la estructura siempre presente de la misma.
En la epistemología de las Ciencias Humanas existe un argumento muy difundido y del cual se extraen demasiadas consecuencias altamente negativas y estériles. Según éste, sería necesario distinguir cada categoría de todas las otras categorías en base a sus propios principios. Es decir, no sólo cada categoría resultaría natural, permanente, sino y principalmente autotélica e indiferente a la co-textualización con otras categorías. Además no se podría describir una categoría recurriendo a otra, porque resultaría en este esquema logicista (típico de Russell) sólo un ejemplo, una ilustración de la categoría definida y no una diferencia. [Esta modelización se destaca en los estudios lingüísticos y sobre todo del significado].
En un esquema gramsciano-wittgensteniano en cambio, las categorías y sus respectivos términos teóricos, se abducirían a partir de un principio de creatividad de significados, es decir, no habría un acceso a la definición verdadera o correcta, sino una estipulación pragmática del significado. Una abducción enciclopédica y sistemática de los significados y de las consecuencias pragmáticas de estos.
Es decir, sostengo que: (i) cada vez que queremos explicar, definir, cualquier categoría de manera adecuada, debemos recorrer otras categorías, no como simple ejemplo o ilustración, sino como contrastación y/o diferencia; (ii) el hábito de tratar algunas categorías como absolutas, es nocivo para el desarrollo de los estudios culturales y responde exclusivamente a prejuicios aristotélicos, que esconden justamente la existencia de categorías no analizables, naturalizadas; si aceptamos el principio que las categorías se sobreponen (en el sentido que se abducen pragmáticamente) en una enciclopedia de significados fluyentes, lexicológicamente organizados, dialógicamente unificados, no temeremos confrontar categorías paralelas y supuestamente autónomas pero lógicamente contradictorias.
2. Términos acoplados (emparejados)
Muchos términos manifiestan explícitamente la dialogicidad de significados siempre fluyentes e interconectados reticularmente. Son los términos emparejados o acopiados o recíprocamente implicados. Se trata de aquellos términos que encuentran pleno significado en su confrontación con el otro término implicado. Más aún, no existe sin él (en cierto sentido, todos los términos están acoplados de alguna manera, en algunos la relación es menos evidente, o por lo menos no es explícita, real actual, pragmática, tan solo potencial).
No existe, por ejemplo, una izquierda sin una derecha, un arriba sin un abajo. La misma situación se da con los comparativos. Y es de notarse que se trata de usos propios y no metafóricos.
En niveles más complejos nos encontramos con términos acoplados de mayor contenido biológico, histórico o social: términos como macho y hembra, padre e hijo, marido y mujer, rey y súbdito, patrón y servidor, explotador y explotado. La complejidad aquí se da también por la mayor dificultad de distinguir los usos propios de aquellos fugazmente metafóricos. Los términos acoplados a su vez están interconectados generalmente por categorías dobles (padre-hijo y también madre-hijo/a). Así la red categorial se alarga y se complejiza. Demos otros ejemplo: no hay patrón sin servidor (o proletario o siervo o socio en minoría o esclavo, etcétera). Dicha relación es menos universal, menor natural, pero igualmente cultural. Así como la de padre-hijo/a, madre (cfr. Hegel, PdG: I 152-164) Es obvio que marido o esclavo no se explica, no existe sin su término-pareja (Vailati [1908] (1966): 140-121). Parecería incluso que las palabras, los términos teóricos en particular, tengan una valencia casi como los elementos químicos, y para comprender un significado será necesario comprender todos los significados de la Enciclopedia, lo cual seguramente es utópico, porque nadie domina su propio sistema en su real y actual totalidad (cfr. Wittgenstein PU : §19 et ss.).
3. Ejemplos de categorías superponibles o abducibles
Examinaremos ahora algunos ejemplos particularizados de casos en los que las categorías asumen un papel más insidioso: casos en los que las categorías son más generales y fugaces, menos obvios y cuya concatenación está ocultada en cierta medida por algún tipo de alineación significativa importante. Más aún, existen casos en los que parecería que se muestran como mutuamente autónomas y excluyentes. Alienadas hasta el olvido y la desesperación.
3.1. Producción y consumo
Esta pareja categorial es tal vez un caso extremo en la red categorial capitalista. Comúnmente se afirma incluso implícitamente, que se puede, que se está produciendo sin estar consumiéndose. Ni siquiera se asocia lingüísticamente la pareja producción-consumo. El único análisis sistemático de la producción y el consumo, es la “Introducción” de 1857, que se publicó comúnmente como “Apéndice” a la Crítica de 1859 y que recientemente se incorporó como “Introducción general” a la Grundrisse: “No es que producción, distribución, intercambio y consumo sean idénticos; sino que representan todos ellos las distintas articulaciones de una y la misma totalidad, diferencias en el ámbito de la unidad. Entre los distintos momentos se ejercita una acción recíproca. Y esto adviene en cada totalidad orgánica” (20-21). Por eso, “el producto recibe su finish solamente en/con el consumo” transformándose en un producto real-en-acto sólo cuando es consumido (12-1). Asimismo el consumo produce la producción: “en cuanto crea la necesidad de una nueva producción: pone idealmente el objeto de la producción, como imagen anterior e interior, como necesidad, como propensión y como fin. Sin necesidad no hay producción, pero a su vez el consumo reproduce la necesidad” (13). El consumo “no es por lo tanto solamente el acto conclusivo en virtud del cual el producto deviene producto, sino también el acto en virtud del cual el productor deviene productor” (15).
Por otra parte, la producción “provee al consumo el material, el objeto” y además “da al consumo su determinación, su carácter” en cambio “el objeto no es un objeto en general, sino un objeto determinado que debe ser consumido en un modo determinado, en un modo que a su vez debe ser determinado por la producción misma” y “no es solamente el objeto del consumo el que es producido, sino también el modo de consumirlo” y es en este sentido que “la producción crea al consumidor”. Finalmente, “la producción provee no sólo un material a la necesidad, sino también una necesidad al material. Cuando el consumo emerge de su inmediatidad y de su primera rusticidad natural, él mismo como propensión es mediato del objeto. La necesidad que se manifiesta está creada por la percepción del objeto mismo” (13-14).
¿Por lo tanto, debemos finalmente concluir que la producción y el consumo son simplemente idénticos, que entre ellos no se da diferencia alguna? Esta no es en modo alguno la conclusión de Marx. Se podría decir que la producción es idéntica al consumo sólo si se cometiese el error idealista de considerar un pueblo como un todo o la humanidad solo in abstracto: sin diferencias. Pero en cambio: “considerar a la Sociedad como un único sujeto, significa considerarla en modo falso, especulativo. En un único sujeto producción y consumo se presentan como momentos de un solo acto. Pero la cosa más importante de evidenciar es que la producción y el consumo, considerados como actividad de un sujeto y de otros individuos, se presentan en cada caso como momentos de un proceso en el cual la producción es el efectivo punto de partida y por lo tanto el momento hegemónico” (15). Cuando la producción y el consumo se da entre más de uno es que se transforma en producción y consumo de significados, en proceso comunicativo, en plusvalor significativo.
3.2. Público y privado
Sensible a estos problemas, no es casual que Wittgenstein durante los últimos años de su vida se interesase tanto en la relación entre lo público y lo privado.
Es un principio general que dos categorías puedan actuar una sobre la otra de manera tal que sea necesario analizar la entera situación para comprender el fenómeno en cuestión.
Justamente, si consideramos dialécticamente la oposición entre lo público y lo privado, por ejemplo, llegamos a la conclusión de que el ser privado es un caso del ser público. Para llegar desde el inicio al nudo de la cuestión, es necesario destacar desde el inicio que la totalidad de las categorías a las cuales se refieren ambos términos, es al ámbito de lo público, en cuyo seno existe una zona denominable como “privado”. El caso más claro aunque más resistido, es el de la propiedad personal o pública de los bienes materiales. Sostenemos que la propiedad de los bienes materiales puede ser privada sólo en cuanto es también en algún sentido pública.
Por ejemplo, un hombre abandonado en una isla, solo, único en medio del océano, no puede, por absurdo reclamar la isla como propiedad privada a menos que piense en la totalidad del orbe, en la existencia de un derecho internacional público que garantice esa posesión. Sólo adoptando una posición, un punto de vista no-insular, puede pensar en esa isla como de su propiedad. Contrariamente es simplemente suya en tanto y en cuanto su usufructo, no en tanto un derecho inter-personas: de un consenso público. Lo privado emerge y se forma sólo en la medida en que se remueve o molesta algo de otro que también es privado. En otras palabras; en el interior de una totalidad que es pública se pueden distinguir al menos dos partes, una y otra contrapuestas pero recíprocamente necesarias y que ambas se transformas en privadas. Peor aún así la totalidad sigue siendo pública. En conclusión: hay propiedad privada cuando por lo menos dos partes se reconocen recíproca y públicamente como propietarias de sendas posesiones privadas, en una totalidad intersubjetiva o pública.
Tomemos un ejemplo muy simple: un automóvil, mi automóvil. Es mío, privadamente mío, pero en cierto sentido no deja por ello de ser público, al menos en los siguientes casos: (i) existe a los ojos de todos los que lo ven, existe socialmente; (ii) es un producto, es decir, que fue realizado, construido, fabricado como producto de un esfuerzo conjunto de muchos y seguirá funcionando con la ayuda de otros: los que encuentran, destilan y venden el combustible con el que funcionará, de ser necesario recurriré a un mecánico y así ilimitadamente, en otros casos. Pero además: (iii) cualquier ser humano, que sepa conducir lo podría usar, (iv) sirve a muchos otros, todos los que rutinaria o esporádicamente puedan ser conducidos por él. La cadena explicativa merecería extenderse ilimitadamente: el automóvil podría matar a alguien, podría ser vendido, destruido, robado, etcétera.
Las comunes oposiciones entre comportamiento privado (encubierto) y público (abierto) en Psicología y entre lengua pública y privada en Filosofía, han sido justamente estudiadas, como decíamos, por Wittgenstein de manera sistemática y adecuada: hay comportamiento privado sólo en la medida en que el comportamiento es fundamentalmente público; y lo mismo vale para el lenguaje en general: otra manifestación del comportamiento público. Las PU muestran con lúcida claridad, a partir de un riguroso análisis dialéctico, cómo y hasta qué punto lo privado, incluido el lenguaje es solo un caso del ser público, mientras que lo público no es ciertamente un caso del ser privado.
3.3. Comunicación y comportamiento
Diverso es el caso de otras categorías que no se presentan como necesariamente conectadas, aún cuando solo porque los relativos términos no muestran la misma reciprocidad de los términos acoplados del tioo “marido-mujer” o “público-privado”. Un ejemplo importante es “comunicación” versus “comportamiento”. Sucede que dichos términos no han sido ideológicamente criticados.
Una pareja no reconocida como tal ha sido por siglos, y sigue en cierta medida siendo, la de ver a la comunicación emparentada con el comportamiento humana. Es decir, en nuestra opinión y en el marco teórico aquí sostenido no existe comunicación sin comportamiento. Toda comunicación, que siempre es pública, implica algún tipo de comportamiento, alguna praxis social que obviamente también es pública.
Comportamiento y comunicación están siempre juntas. Se puede encontrar esta conclusión excesiva sólo si se permanece atrapado en el prejuicio de que comunicación es sinónimo de comunicación verbal y/o consciente y/o intencional, o si se identifica restrictivamente todo el comportamiento como abierto y observable, finalístico o plenamente dirigido a los demás. Pero si se tiene en cuenta que el hombre comunica con todo su propio comportamiento en varios modos, verbales y no verbales, conscientes y no conscientes, intencionales y no-intencionales, finalísticos o no, entonces comunicación y comportamiento se presentan como categorías que se abducen y sobreponen casi por entero.
3.4. Lenguaje y pensamiento
Distinto pero análogo es el caso del lenguaje en relación al pensamiento. Mientras no se puede desarrollar un comportamiento sin comunicar, ni se puede comunicar sin hacer algo, se puede ciertamente pensar sin hablar (y en cierto sentido hablar sin pensar). Lenneberg y otros (1967) han buscado desesperadamente probar que la adquisición del lenguaje es independiente de la inteligencia y de la cultura, lo que implica reducir la importancia del pensamiento para el lenguaje. En cambio nos resulta que estas categorías se implican de manera muy particular.
Por ejemplo en La Ideología Alemana (1845-6 (1982):506) se lee: “la realidad inmediata del pensamiento es el lenguaje” (“Die unmittelbare Wirklichkeit des Gedankens ist die Sprache”). Es obvio que sería un grave error traducir Sprache por “lengua”. En cambio es más difícil la traducción o el sentido de la traducción del término Wirklichkeit. Los filósofos alemanes introdujeron el latinismo Realität justamente para discriminar este uso. Por ello, y teniendo en cuenta el sentido de “realidad producida” que implícitamente se puede presentir en Wirklichkeit debería traducirse adecuadamente la citada proposición de Marx y Engels como: “El lenguaje es la inmediata (=no mediata) operatividad [emergencia] (realizabilidad, producibilidad) del pensamiento”. [Parafraseando a Kant se diría que: la condición de posibilidad del Pensamiento es el Lenguaje y ambos son sociales y públicos]. El pensamiento no es independiente de otros sistemas sígnicos: “El pensamiento es la operatividad mediata del lenguaje” No estamos diciendo que el pensamiento no pueda desarrollarse y manifestarse como comportamiento inteligente aun en ausencia de lenguaje (verbal); sino de otra manera todas las restantes artes no verbales no existirían. Pero es principalmente en el uso del lenguaje que se forman y comunican los más importantes aspectos del pensamiento.
Como Wittgenstein ha demostrado minuciosamente (consciente o no que estaba aplicando principios que ya se encontraban en La Ideología Alemana así como en la Fenomenología del Espíritu de Hegel) el error principal de las Ciencias Humanas ha sido suponer que primero exista un pensamiento y que luego se manifiesta o se crea un lenguaje en el cual comunicarlo. El lenguaje es la condición de posibilidad de cualquier contrato social y lógico. El lenguaje es producto de la praxis social y de su respectiva pragmática. [El Lenguaje es la Hegemonía de la Cultura y la Literatura es la Hegemonía del Lenguaje].
3.5. Pensamiento e instituciones sociales.
Las instituciones sociales no se pueden por cierto reducir a actividad verbal. El comportamiento inteligente de tipo no verbal tampoco es responsable en su totalidad, aun cuando haya contribuido a su formación. Lo mismo se puede decir de la llamada cultura “material”, examinando un tipo cualquiera de cultura de la cual no se puede por cierto contentar de pensarlo. Todo objeto producido por el hombre debe ser comprendido en los términos del pensamiento que lo ha formado o en los que se ha, por así decir, “depositado” así como en los términos de sus propios fines, de sus usos y de la posición que posee en la cultura a la cual pertenece. Este proceso no es totalmente verbal pero si es totalmente lingüístico, o mejor aún, semiológico.
Así se podría decir que por un lado el pensamiento se sobrepone, se implica en medida notable en el Lenguaje, y por otro lado se implica en las Instituciones sociales y en la cultura material. Es imposible juzgar el pensamiento en cualquier comunidad o cultura sin tener en cuenta su lengua o su producción literaria, pero es necesario también tener en cuenta todo lo que en esa comunidad o cultura no es lenguaje en sentido estricto.
No se sigue de ello sin embargo que el pensamiento ocupe una posición central, como muchos filósofos tradicionales han sostenido. Diré por el contrario que la no centralidad del pensamiento está dada y mostrada justamente en la medida que no es distinguible del lenguaje, de otros sitemas sígnicos, de las instituciones sociales y de la cultura “material”.
El pensamiento es una emergencia de la Sociedad y de su Cultura (sígnica y material). Es una emergencia de su Producción y Consumo |