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AdVersuS, Año III,- Nº 6-7, agosto-diciembre 2006
ISSN: 1669-7588
1

Rossi-Landi y la semiótica italiana
SIGNIFICADO, COMUNICACIÓN Y HABLA "COMÚN"
La cuestión de la alienación lingüística en Ludwig Wittgesntein y Antonio Gramsci

Hugo. R. Mancuso
UBA - CONICET
IIRS- CNR (Roma

 

 

A la memoria del maestro y amigo F. Rossi-Landi

1. La recuperación del “Primer Programa Semiótico” (Gramsci, Wittgenstein, Bachtin)

¿Puede un sistema comprenderse a sí mismo (...) Todo lenguaje (...)
llega, tarde o temprano a la situación límite de la
autoreferencia: de querer expresarse sobre sí mismos

Douglas R. Hofstadter

1.1. La tradición semiótica italiana
En 1961 Ferrucio Rossi-Landi inicia lo que él mismo denominara, “una spericolata spedizione intellettuale su di un territorio inesistente (...) Il territorio inesistente era quello che avrebbe potuto esser raggiunto se, in primo luogo, la semiotica (con la linguistica quale sua porzione, sia pure porzione centrale e traente) e la filosofia analifica o logico-linguistica avessero cominciato a confluire. Inoltre, in secondo luego, I risultati di tale confluenza avrebbero a loro volta dovuto cominciare a confluire con taluni aspetti centrali della teoria marxista: le scienze riunite del segnico avrebbero cioè dovuto venire a far parte di una scienza storico-materialistica del sociale (...) tali confluenze e reciproche integrazioni non esistevano nella realtà per la buona ragione che le divisione accademiche, culturali e politiche continuavano a renderle impossibili” (Rossi-Landi 1961, 1980 2 :27).

Es obvio que esta ciencia unificada del Signo entendida como una teoría histórico-materialista de lo social (i.e. de lo sígnico –más aún de las condiciones de posibilidad de la signicidad–) no llegó a concretarse inmediatamente pero sí en gran medida a gestarse precisamente en la obra inmediatamente posterior de Rossi-Landi, superando algunos reduccionismos heredados del “historicismo concluyente” y del “materialismo metafísico” y muy especialmente a partir de los artículos publicados hacia 1967 y difundidos en la memorable revista Nuova Corrente, primero e Ideologie después. Baste recordar el fundacional “Perch, Semiotica” (1967: 90-93) primero de una serie de “Note di Semiotica” verdadero llamado de atención contra la “Semiologie” barthesiana y otras manifestaciones post-estructurales y lacanianas.

Este proyecto de elaboración teórica de una Semiótica General (compartido por otros autores tales como E. Garroni, T. De Mauro, Luis Prieto y Umberto Eco) no surge aisladamente en la cultura italiana sino que por el contrario se inscribe en la tradición crítica de Antonio Gramsci, y en la obra de otro gran pensador, tambien outsider y fragmentario: Ludwig Wittgenstein, reformulando algunos aspectos de su pensamiento desde la perspectiva del Estructuralismo de la escuela de Praga y desde el Formalismo ruso-italiano del primer Novecientos.

Las obras posteriores de Rossi-Landi [que se extiende hasta su Metodica Filosofica e Scienza dei Segni (1985) pasando por Linguistic and economics (1974), Ideologia (1978) y demás ensayos reunidos en Il linguaggio come Lavoro e come Mercato (1968) y en Semiotica e ideologia (1972)] testimonia sobradamente la formulación teórica de dicho proyecto. Y en la extensísima obra de Umberto Eco alcanza indudablemente su máxima difusión.

1.2. La teoría de los sistemas modelizantes
Esta problemáticca de inspiración histórico-materialista se plantea de modo particularmente análogo e incluso remontándose a antecedentes comunes (Formalismo, Futurismo, Simbolismo), en la otra gran tradición semiótica contemporánea: la tradición ruso-soviética.

El mismo Rossi-Landi reconoce (1961, 19802:28), más que una deuda –imposible por causa del aislamiento de la cultura soviética durante el stalinismo, así como por su escasa difusión externa– una preocupación común con la desarrollada por el Formalismo y por la crítica literaria y sociológica de los años veinte. Y más concretamente, por el grupo de Bachtin en Leningrado y de modo más o menos interrelacionado, por el Círculo lingüístico de Moscú-Praga e incluso por el Círculo de Viena.

He aquí reunidos, en una zona de fechas coincidentes, los elementos de la casi “inevitable” síntesis en la que habría desembocado el desarrollo intelectual de la década del veinte en Europa y a la que nos remitimos explícitamente. Por ello tampoco resulta casual entonces, que tanto en los fundamentos de la tradición semiótica italiana –y Europeo-occidental en general– como en la tradición teórica germano-eslava, se encuentren ciertos elementos comunes.

Nuestra lectura de este profuso proceso intelectual pretende mostrar cómo algunos antecedentes claves de la construcción teórica de una ciencia unificada de lo social se iniciaron y desarrollaron gracias al trabajo de gran parte de la intelligentzia europea en el breve y fructífero período inmediatamente posterior a la finalización de la Primera Guerra e inmediatamente anterior a la expasión del Nazi-fascismo y del Stalinismo. En realidad pretendemos reconstruir en su totalidad una tradición intelectual que como se acaba de señalar muy sumariamente, involucra a todo el continente europeo y cuya característica fundamental fue la de oponerse explícita y contestatariamente a las ideologías totalitarias en ascenso y formación, presentándose a su vez como la única alternativa anti-positivista, válida y aceptable.

Pero, claramente, esta tradición fue o simplemente despedazada (por las purgas stalinistas, por las persecuciones del fascismo italiano –símbolo de las cuales es la muerte de Gramsci en prisión– por Guernica y por los campos de exterminio extendidos por toda Europa Oriental) o inevitablemente sobornada.

Por tanto retomar esta tradición significaba para Rossi-Landi construir con “una specie di doveroso ottimismo retrospettivo” un puente con el optimismo revolucionario y reformista de la primera post-guerra.

1.3.Semiosis, praxis y ética
Pero retomar este proyecto cultorológico hacia los finales de los años '50 implicaba reactualizar, ni más ni menos, las tensiones revolucionarias del primer Novecientos contemporáneamente al inicio del Deshielo, de la Guerra Fría y de la revuelta sesentaiochista. Toda reflexión acerca de lo social en clave sígnica implicaba una discusión ética.

En este sentido, e inscribiéndose concientemente en esta misma tradición crítica, se destacan precisamente los trabajos de la Escuela de Tartu [a partir de textos fundacionales como Ivanov (1962:3-9); Lotman (1964:3-5 y 1970:3-5); Ivanov et. al (1973:9-32); Lotman & Uspenskij (1977:148-167)] que con una sensibilidad absolutamente común a la diseñada por Rossi-Landi, contribuye decididamente a “materializar” el viejo proyecto de Bachtin, Wittgenstein y Gramsci: la construcción de un teoría “fuerte” (i.e. “comprometida” en sentido sartreano o “militante" como la llamara C. Muscetta) de lo social, entendido como mecanismo de relaciones sígnico-comunicativas y por ello éticas (cfr. et. Goldmann 1952, Todorov 1982).

1.4.Hacia un materialismo no-metafísico
Finalmente, no es menos cierto que en la década del setenta se desarrolla otro fenómeno fundamental del pradigma semiótico en la semiognoseología (Prieto 1976) y en la epistemología post-positivista (Elkana 1984). Más aún la sensibilidad (socio)-semiótica se extendería incluso a las supuestamente realístico-objetivas ciencias “duras” que a lo sumo podrán pretender de ahora en más un status de intersubjetividad, o en términos de Prieto, reconocer que todo conocimiento, aún el que se pretende “materialista” (i.e. en el que se afirma “que il mondo fisico esiste indipendentemente da tutti gli uomini) no deja de ser “pertinente” ya que un conocimiento “che in un‘perpetuo avvininarsi' si tende a costruire è anzitutto una conoscenza pertinente, e la pertinenza di una conoscenza non dipende dall'ogetto, bensì dalla pratica chelo fa intervenire” y obviamente (y por razones “materiales”) “una conoscenza pertinente in una società può non esserlo in un'altra” (1983 1989 2 ).

Quizás sea esta la mejor síntesis de lo que entendemos por una teoría semiótica de la cultura, es decir –repetimos una vez más– una ciencia histórico materialista de lo social como una ciencia de la pertinencia.

2. Hacia una lectura sociosemiótica de Wittgenstein

2.1. El 25 de abril de 1932 el profesor Piero Sraffa, entonces Secretario General del “Centro Estero” del Partido Comunista Italiano y ocupado en las tratativas de liberación de Antonio Gramsci, escribía a Palmiro Togliatti: “Lo que más impresionó al Profesor (Ludwig) Wittgenstein de los manuscritos de Antonio (Gramsci) es su teoría de la hegemonía y su interpretación acerca de la cuestión de la alienación” (carta inédita perteneciente al archivo de F. Rossi-Landi, nº 223.95 y también citada –sin reproducir– por Paolo Spriano en el Tomo II de su Storia del Partido Comunista Italiano, Torino, Einaudi:365).

La relación Wittgenstein-Sraffa e indirectamente Wittgenstein-Gramsci no sería, en consecuencia “simplemente anecdótica”.

Esta hipótesis ya había sido anticipada por F. Rossi-Landi en su ya clásico “Per un uso marxiano di Wittgenstein” –1966:187-230; et. ap. 1968 (1983:11-60)– y recientemente ampliada por Ray Monk en su reciente biografía Ludwig Wittgenstein: The Duty of Genius (1990 (1994):246-248, 361-364).

Dice Monk

 

Un pensador “no burgués” cuya profunda influencia sobre el desarrollo de Wittgenstein data de ese primer año en Cambridge fue Piero Sraffa. Sraffa era un brillante economista italiano (de inspiración fuertemente marxista) e íntimo amigo de Antonio Gramsci, el lider comunista italiano que estaba encarcelado (...).Wittgenstein y él se hicieron buenos amigos, y Wittgenstein quedaba con él al menos una vez por semana para charlar. Llegó a valorar estos encuentros mucho más que los que mantenía con Ramsey. En el prefacio a las Investigaciones Filosóficas dice que de las críticas de Sraffa: “las ideas más importantes de este libro están en deuda con ese estímulo” (Monk 1990 (1994): 247).

Más aún: “Una vez que Wittgenstein le comentó a Rush Rhees que lo más importante que le habían aportado sus conversaciones con Sraffa era una óptica ‘antropológica' para ver los problemas filosóficos” (Monk 1990 (1994):248).

A su vez, la relación entre Gramsci y Sraffa no sólo era de antigua data sino crucial. En 1919 fueron Gramsci y Sraffa los principales intelectuales de la revista Ordine Nuevo (órgano de difusión del ala más radicalizada y democrática del PCI) así como los principales teóricos de la práctica del ordonovismo (es decir la convicción de implementar activamente la praxis revolucionaria en las fábricas pero sin oponerse a la conquista de las llamadas “libertades burguesas” (cfr. v. gr. Sraffa 1924). Fue Sraffa, además quien se preocupó durante años de enviar a Gramsci libros durante su vida de cautiverio así como el principal “culpable” de que los Quaderni dal Carcere “escapasen” de la prisión de Regina Coeli mediante la llamada “Ruta a Cambridge” (v. Mancuso 1989: 4-91).

2.2. En mérito a la interpretación hasta aquí esbozada y como conclusión, podríamos ensayar una lectura mínimamente pertinente acerca de la problemática de la alienación tal como la presentaría, desde nuestra perspectiva, Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas (PU).

Uno de los primeros en señalar la relación entre Wittgenstein y la problemática de la alienación, fundamentalmente lingüística, fue precisamente Rossi-Landi (cfr. Rossi-Landi 1961 et 1966). Dicho concepto, traducido como “parlare comune”, pretendía explotar la relación entre los términos teóricos de “hegemonía” (gramsciana) y “alienación” (marxista) y los comentarios esbozados en las primeras proposiciones de las PU. Por su parte, Tullio De Mauro había señalado su interés y una visión análoga en su monumental introducción al pensamiento lingüístico-filosófico de Wittgenstein (Wittgenstein, 1966).

En efecto, las PU se inician con la firme convicción de que la lengua es un sistema incompleto, un heterogéneo background, que “puede verse como una vieja ciudad: una maraña de callejuelas y plazas, de viejas y nuevas casas, y de casas con anexos de diversos períodos; y esto rodeado de un conjunto de barrios nuevos con calles rectas y regulares y con casas uniformes (§18). Es una recolección de las experiencias pasadas de esa cultura del “sentido común” de sus hablantes (“nel senso comune si può trovare tutto” en palabras de Gramsci) y a veces explícitamente olvidado: constituyen recuerdos de lo obvio. El lenguaje en consecuencia, es siempre lenguaje alienado.

Toda posible reflexión acerca del lenguaje y, más aún, toda producción lingüística, necesita desautomatizarlo al menos mínimamente. Dicha desautomatización implicará trabajar en los límites del mismo.

Esa praxis encuentra un método simple: el análisis de los obvio a través de elementales parábolas que evidencian lo implícito de las prácticas lingüísticas. Esta práctica des-alienante revela precisamente la “plusvalía lingüística”. Este lenguaje devaluado constituye el esqueleto del “sentido común”, un programa de adiestramiento: “El aprendizaje del lenguaje no es aquí una explicación sino un adiestramiento” (§6).

Los lenguajes naturales, siempre alienantes, formados partir de una instrucción ostensiva de un implícito (es decir una pertinencia alienada) determinan la estructura del “lenguaje común” (“común” no por vulgar sino por inter-individual), a saber, su asimetría (§7). En consecuencia, la condición de posibilidad de una hipótesis de comunicabilidad inter-subjetiva es precisamente el diálogo asimétrico (cfr . Lotman 1985).

Precisamente tal asimetría desmorona los supuestos no sólo del “naturalismo sígnico” sino también de la teoría del “contractualismo social” (entendido como un acuerdo entre partes iguales) y explicita el punto de partida del desarrollo de una teoría general de la plusvalía sígnica.

Este “proceso” será entendido como un “juego del lenguaje” es decir, “el todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido”. Es un proceso “abierto”, pues salvo escasos y reducidos lenguajes artificiales o edénicos, totales y completos (cfr. et. Eco 1962: Apéndice) tal como el descripto en el parágrafo 2 de la PU en los que no existiría plusvalía sígnica, la semiosis es siempre imcompleta y asimétrica (cfr. Peirce, CP passim). Wittgenstein coincide entonces también con la suposición bachtiniana de que no se puede escapar nunca a la “tercera voz” ni a la posibilidad de construir una eventual –nunca necesaria– “hegemonía alternativa” como suponía Gramsci.

Sólo aceptando plenamente las premisas citadas y sus consecuencias observacionales, se puede hipotetizar la construcción de una poética de la apertura.

2.3. De acuerdo a lo dicho, Wittgenstein desnaturaliza una de las categorías fundamentales de la gnoseología y la epistemologías occidentales: el concepto de objeto (§10).

El concepto de objeto es una modelización abreviada (i.e . una descripción que esconde el uso alienado de una pertinencia impuesta y naturalizada por la hegemonía). Sólo por economía “se puede decir por cierto abreviar la descripción del uso de la palabra ‘losa' de modo que esa palabra designa ese objeto” (§10) aún cuando en realidad designa una práctica, basada en una instrucción o adiestramiento pertinente y práctico, válido en el contexto de ese juego y en esa situación.

En realidad, y contradiciendo algunas lecturas de las PU, no es que no existan metatextos sino más bien se debería entender al metatexto como una práctica alienante del uso del lenguaje al naturalizar una determinada pertinencia. Pero, a su vez, otro metatexto (enunciado desde una hegemonía alternativa) es la única posibilidad de desnaturalizar una determinada práctica social, explicitando, mediante la escucha flotante, las pertenencias encubiertas. Ese metatexto enunciado por la Tercera Voz se identificaría con la Terceridad, es decir con lo que Peirce denomina el Interpretante Final: el metatexto de la Segundidad es legitimizante. La Primeridad aliena y la Segundidad naturaliza.

El mayor nivel de alienación y plusvalía lingüísticas se obtienen con la supuesta referencia y los deícticos. Ya que el referir implica, porque sobrentiende, una tipología jerárquica de relaciones deícticas de los objetos. En todo enunciado referencial se oculta alienación y plusvalor. No existe, por más que nuestro sentido común lo repudie, una enunciación referencial edénica, pura, prístina, objetiva.

Enunciar es siempre legitimizar porque pertinentiza (cuando es enunciación hegemónica) o un intento, a veces desesperado y trágico, de des-alienación (cuando se enuncia desde los márgenes de la cultura). Enunciar implica siempre referir, no la Realidad, sino una pertinencia parcial. Toda enunciación implicita un inter-texto responsivo.

Por ello “Cuando decimos ‘toda palabra del lenguaje designa algo' todavía no se ha dicho con ello absolutamente nada” (§13). Sólo decimos (literalmente) algo cuando explicitamos o implicitamos un interés, una pertinencia, hegemónica o alternativa. Cuando tomamos conciencia de que los grandes dramas de la vida humana surgen de la convivencia, del riesgo dialógico que implica un encuentro con el “Otro”.

2.4. De lo dicho se podría por tanto concluir que, más allá de las aparentemente innegables interrelaciones ideológico-textuales entre Wittgenstein y Gramsci en particular, y entre los representantes de lo que denomináramos el “Programa Semiótico” de la primera mitad del Siglo, existe un fundamental coincidencia teórica, en cuanto a la elaboración de categorías explicativas y metodologías comunes a gran parte de la intelectualidad occidental en torno la cuestión de la elaboración de una teoría crítica del Sujeto, de la Sociedad y de los límites del (auto) conocimiento.

Si esto no bastara y no convenciese ni siquiera mínimamente a los lectores, creemos que se habría justificado igualmente la presente lectura aunque más no fuese por otras coincidencias no menos significtivas y tal vez más válidas: en tanto Wittgenstein como Bachtin y Gramsci no fueron intelectuales hegemónicos ni representantes del establishment filosófico. Wittgenstein vivió gran parte de su vida en el extranjero, y tras el Anschluss (Finis Austriae) su definitiva radicación en Inglaterra se lo obligó a tomar un decisión indefinidamente demorada “la idea de adquirir la ciudadanía británica se me había ocurrido antes –escribe Wittgenstein a Keynes el 18 de marzo de 1938– pero siempre la he rechazado por esta causa: no deseo ser un simulacro-de-inglés”. El mismo día escribió en su diario: “la idea de convertirme en ciudadano alemán (...) me resulta ATERRADORA”. Su naturalización británica y su destino irrevocable en Inglaterra, fueron vividos por Wittgenstein como un exilio, más que geográfico o cultural, existencial.

Por su parte y como es sabido, M. Bachtin vivió la mayor parte de su vida perseguido por la policía secreta del stalinismo y confinado en innúmeras prisiones soviéticas hasta época reciente. Antonio Gramsci finalmente, vivió encarcelado la mayor parte de su vida y murió siendo prisionero del fascismo poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

La obra de estos tres autores a su vez, no deja de presentar otras semejanzas aparentemente menores pero que evidencian un carácter y un estilo también común y sobradamente significativo: las tres son obras cualitativa y cuantitativamente monumentales que reclaman muchas generaciones de exégetas, casi totalmente inéditas en vida de sus respectivos autores, fragmentarias y quizás voluntariamente incompletas, porque se destaca una manifiesta incompletud propia de tres espíritus iconoclastas, rigurosos y poco dogmáticos.

Según Peirce (otra alma curiosamente gemela) estas son las características propias de todo verdadero descrubrimiento: el llamado “ play of musement ”.

Estas aparentes pradojas de algunos de los filósofos que más influyen en la discusión de las cuestiones presentes y que presumiblemente lo harán en nuestro inmediato futuro, se podrían explicar, parafraseando a T. Todorov (Face al'extreme 1991), recordando que nuestro siglo será recordado en el ámbito del conocimiento, por haber sido el que más se preocupó por estudiar, analizar y explicar los “campos semánticos”. Y quizás por ello el que más desarrolló sistemática y concientemente los “campos de exterminio”.

Bachtin, Gramsci y Wittgenstein lo entendieron (y lo padecieron) acabadamente, quizás por haber sido los grandes desalienados del siglo.

 

 

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