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Reseña
AdVersuS, Año II,- Nº 4, diciembre 2005
ISSN: 1669-7588
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García Cuevas, Eugenio
Lugar: Puerto Rico
Editorial:Publicaciones puertoriqueñas
2005

 

La publicación del libro A quemarropa: Nacionalismo, intelectuales, ética y academia (2005) del crítico, periodista y profesor Eugenio García Cuevas compila una serie de 10 entrevistas que analizan, desde diferentes perspectivas, algunos de los temas más polémicos durante los últimos años en Puerto Rico: nacionalismo, identidad, postmodernismo, democracia radical, intelectualismo, universidad, neoliberalismo, globalización, fundamentalismo, ética e imperialismo. Publicado por Publicaciones Puertorriqueñas y prologado por el también ensayista y periodista Félix Jiménez, el libro recurre a la entrevista que, a manera de ensayo comparte la característica fundamental que le otorga Theodor Adorno al género, la “crítica de la ideología” y es desde esta definición que los escritos aquí presentados cobran vigencia.

Con una locución adverbial como título, el libro siempre insinúa un disparo que da en el blanco porque se ejecuta a poca o ninguna distancia. Las entrevistas, que en su mayoría fueron publicadas en la sección Zona Cultural del mensuario Diálogo desde el 2001 hasta el 2005 (excepto la entrevista a Joserramón Che Melendes), son una colección de conversaciones, a manera de crónicas, que García Cuevas hiciera a distintos intelectuales como Juan Duchesne, Carlos Pabón, Rafael Bernabe, Arcadio Díaz Quiñones, Joserramón Che Melendes, Sergio Ramírez, Fernando Savater, Adela Cortina, Fernando Mires y Vicente Verdú. En estos diálogos, el entrevistador apunta y acierta el tiro al obtener de sus entrevistados planteamientos y posturas radicales en torno a diferentes temas que irrumpen en la esfera pública tras el colapso del Bloque Soviético.

Dada la variedad de los intelectuales entrevistados, leer las conversaciones de García Cuevas es leer, a su vez, una pluralidad de voces que convergen y divergen sin que ninguna de ellas domine a la otra. Tal como plantea Bajtín sobre la novela polifónica de Dostoievski, el compilador distribuye aquí los elementos más dispares “entre varios mundos y varias conciencias con derechos iguales; no se dan en un mismo horizonte, sino en varios, completos y equitativos, y no es el material inmediato, sino estos mundos, estas conciencias con sus horizontes, los que se combinan en una unidad suprema” ( Problemas de la poética de Dostoievski 29). García Cuevas le da unidad a esta proliferación de voces, pero no privilegia a ninguna de ellas; las escucha, pero no concede la razón a ninguna de las partes implicadas.

El libro comienza con una entrevista a Juan Duchesne en la que se reflexiona sobre el postmodernismo en Puerto Rico: “La postmodernidad es parte de la modernidad misma, está dentro, es esa visión crítica que se alcanza en ciertos momentos, no solamente en los años 80. Aquí, en Puerto Rico, es en los años 90 que aflora eso, vinculado a la discusión de la política y la cultura en la revista Postdata ” (4). Duchesne informa sobre su libro Ciudadano insano y comenta sobre los ensayos bestiales: “había que hacer eso [sacarse la actitud del ¡Ay bendito!, dejar el insularismo y lanzarse al debate global] a lo bestia, que quiere decir atreverse y no asumirlo como una falta” (6). Preocupado por la situación del intelectual, Duchesne se queja de que en Puerto Rico aún el intelectual mantiene un aura, un halo y que muchos son rectores de la moral social. De esta manera, Duchesne ve la defensa de la identidad como una herramienta útil para cierta élite, pero no como un problema y, por extensión, entiende a la literatura desde un enfoque mundial; las literaturas nacionales son un invento.

Carlos Pabón habla de lo que él denomina el “movimiento neonacionalista”: “Un movimiento que era independentista y socialista, deja de ser socialista y se convierte en un movimiento llamado independentista, pero si te fijas no era ni independentista. Por eso es que yo lo llamo neonacionalista. Todo el norte aquí ha sido desde entonces para la estadidad y la anexión” (16). El nacionalismo, que había sido perseguido y excluido, entra a escena, es parte del consenso y casi nadie escapa de éste. Este nacionalismo ha creado una especie de fantasma en torno a la identidad y la lengua, que puede reducirse a un antinorteamericanismo. Haciendo referencia a su libro Nación postmortem , explica la metáfora en torno a la nación: “cadáver vivo, de un muerto vivo, de un muerto que no acaba de morirse. La nación no ha muerto, está vivita y coleando” (26). En cuanto a su concepción de la historia como disciplina, reitera que lo que desecha es cierta concepción de la historia que produce una verdad absoluta sobre un mundo real que es objetivo. Por último, este historiador plantea que toda identidad supone una exclusión.

Rafael Bernabe critica los planteamientos de Carlos Pabón recalcando que no todos los nacionalismos son iguales y que es posible desvincularse del nacionalismo: “me parece que hoy día hace falta una perspectiva que sea anticolonial, antiimperialista, pero que no sea nacionalista” (40). Bernabe denuncia que Pabón reduce el nacionalismo al típico del Partido Popular, un nacionalismo muy domesticado y que no representa ningún tipo de desafío a las estructuras sociales existentes: “Por eso insisto, en que el gran ausente de todo el análisis de Pabón es la categoría capitalista, el hecho de que existe una cosa, un fenómeno, una estructura que predomina, controla y penetra prácticamente toda nuestra existencia” (43). Asimismo, Bernabe reprende la posición que asumió Pabón con la intervención de EU en Afganistán que, aunque luego se retractó, constata la defensa de una postura pro imperialista.

La preocupación central en la entrevista de Arcadio Díaz Quiñones es la situación del intelectual. Admirador de la obra de Edward Said, Hannah Arendt y Antonio Gramsci, este crítico no cree que el intelectual se pueda definir sin referencias históricas: “La función del intelectual no es una condición permanente, sino una función de que el intelectual es aquel que piensa, digamos, los valores de una sociedad, hace la crítica de esa sociedad” (61). Díaz Quiñones diferencia al intelectual del bohemio, ya que, según él, el saber del intelectual es más sofisticado. En cuanto al intelectual puertorriqueño, postula: “Yo creo que una obligación de un intelectual puertorriqueño, por ejemplo —en estos momentos— es hacer lo posible por intervenir en el espacio público, en los pocos espacios públicos que hay, y hay que hacerlo con un gran sentido ético” (73). Sin embargo, considera que el llamado capitalismo salvaje ha destruido una buena parte de la esfera pública.

Joserramón Che Melendes critica a los seguidores del postmodernismo, ya que cualquier pre o pos depende de un centro que, en este caso, es la modernidad: “Esta gente no conocen de qué son ‘pos'; mucho menos, anteceden nada. Si por lo menos trascendieran algo, fueran precursores de algo; si fueran críticos, de una época crítica” y añade: “Entonces son unos Edipos sin padres. Pero para ser Edipo hay que tener padre, hay que matarlo, hay que saber quién es, hay que conocerlo. Ellos están matando un padre que no conocen” (89). En cuanto al tema de la universidad, Melendes reitera que cree en la universidad, pero no en la institución universitaria; lo segundo es una cuestión burocrática. Enseñar es una praxis que no se ciñe exclusivamente a la universidad. En cuanto a la política, nos remite al concepto de Elizam Escobar de la “política-directa”: “Lo que quiere decir es que todo es político; lo que pasa es que confundimos y creemos que sólo lo político-directo lo es” (104).

Sergio Ramírez nos hace un recuento de cómo la literatura y la política han convergido en su vida y no titubea al contestar por qué abandonó el sandinismo: “yo quería que el Frente fuera un partido abierto, capaz de ganarse a la clase media que es la que decide las elecciones. Era más bien un partido sectario, encerrado en sí mismo, repitiendo sus viejos impulsos, llevando una imagen de violencia en las calles” (128). Por otro lado, cuando se le pregunta por su visión del neoliberalismo, Ramírez no tarda en contestar. Para este escritor nicaragüense, la economía de mercado está bien, pero no así la sociedad de mercado. La libre competencia es un hecho con resultados positivos, pero no lo es el que se mercantilice la sociedad (privatización de la educación, salud y seguridad social). Así, cuando se le pregunta por los movimientos antiglobalización, responde no saber qué es lo que éstos postulan ya que muchos de sus planteamientos le parecen abstractos.

Fernando Savater dirige su atención a la filosofía vinculada a la democracia, es decir, la filosofía funciona en el registro intelectual como la democracia en el registro político (138). De igual manera, este filósofo español trata de combinar lo filosófico y lo literario: “la filosofía tiene que ser consciente de su vinculación con la retórica de la expresión... No es la pura mirada sobre la realidad objetiva como la del científico” (140). Asimismo, Savater considera que el socialismo como alternativa al capitalismo es un fracaso, pero sí necesario como corrector del capitalismo.

Para Adela Cortina, la ética es fundamental. Se cuestiona: “¿Por qué somos estructuralmente morales? Por qué todos nos vemos obligados a tomar decisiones, a justificar nuestras decisiones y a justificarlas desde algunos valores y algunas normas? Eso es lo que se llama la estructura moral. Entonces nadie puede decir: ‘es que yo no tengo nada'. No, no, usted elige. Otra cosa es que las normas vayan cambiando históricamente o que sean distintas en distintos pueblos, que es lo que llaman la moral como contenido...Todos tenemos que responsabilizarnos por nuestras decisiones” (155). En ese sentido, Cortina defiende y reclama la responsabilidad individual y no la del Estado.

Fernando Mires postula que el imperialismo norteamericano no existe, a pesar de que las tropas norteamericanas se encuentran aún en Irak. Poseedor de opiniones fuertes, Mires afirma respecto a la izquierda que “La izquierda era válida para mí cuando era un incentivo para el pensamiento, ahora creo que ser de izquierda es un obstáculo para el pensar” (168). Mires condena el que la izquierda esté muy encerrada en rituales correspondientes al pasado y postula que la polarización izquierda/derecha ya ha perdido su lógica. Mires diferencia los términos “imperio”, “imperialismo” y “superpotencia”. Así, este crítico sugiere que las naciones tienen una vocación expansiva y que cada nación surge sobre la base de una ocupación. De esta manera, Mires no considera que la ocupación de Irak responda a un imperio, pero sí es intervencionista porque todas las potencias tienen que serlo. En fin, según Mires, la posición de EU es política.

En la última entrevista de la colección, Vicente Verdú explora el “capitalismo de ficción”: “es una fase que para mí se inaugura en los años 90 y que corresponde al momento en que, desaparecida la alternativa comunista con la caída del muro de Berlín, todo es un sistema. Es lo que Francis Fukuyama llama el fin de la historia” (184). El capitalismo hace ficción de desaparecer, se hace ficticio.

Nos extraña, sin embargo, que el autor del libro no asuma una postura clara respecto a voces y temas tan divergentes. En la conclusión titulada “Salida”, García Cuevas parece salirse del texto, tal como si se hubiera ido a la fuga, antes de que pudiera expresar su opinión respecto a las distintas ideologías que el libro encierra. Desde luego, esto responde a la distancia y objetividad que quiere asumir ante lo presentado. Ofrecer su opinión, sobre todo al final del texto, sería cerrar las puertas a la polémica y no permitirle al lector continuar el diálogo. La incomodidad con muchos planteamientos que bordean el texto se hace palpable; sin embargo, lo que nos interesa del libro es precisamente esa invitación al debate que se nos ofrece a quemarropa.

Maribel Figueroa
Eugenio García Cuevas nació en la República Dominicana. Su poesía, artículos de periódico y sus ensayos han sido recogidos en numerosas publicaciones.  Autor de varios libros: La palabra sin territorio: hablar en la posguerra fría , Juan Bosch. Novela, historia y sociedad , Literatura y sociedad en los años 70 , Miradas en tránsito. Dominicanos, haitianos y puertorriqueños y otras situaciones en primera persona y Estaciones encontradas . Ha ganado importantes premios de periodismo en Puerto Rico, así como premios por sus ensayos en su natal República Dominicana. Enseña cursos de Géneros Literarios en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Bayamón. Es Editor en Jefe del periódico Diálogo , de la Universidad de Puerto Rico, que circula mensualmente a través de toda la isla. Ha sido crítico literario en los principales periódicos de Puerto Rico.

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