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AdVersuS, Año I,- Nº 1, Junio 2004
ISSN: 1669-7588
1

LA RECUPERACIÓN "ARQUEOLÓGICA" DE LOS TEXTOS (SUSPENSIÓN DE CÓDIGOS)

Armando V. Minguzzi
IIRS

 

Tratar el tema de la recuperación arqueológica de la experiencia literaria resulta complejo, ya que, dentro de este tema o planteo, subyace una práctica específica que es la de la crítica literaria.

La crítica literaria como práctica, puede ser, entre otras cosas, o bien un ejercicio de reescritura (literatura de la literatura) de corte esteticista, psicologista vulgar, etc.; o bien el detenimiento parcial de la libre interpretación mediante el encapsulamiento del hecho literario en su momento histórico-social, es decir leer el texto desde los sistemas propios de su tiempo de producción (grado máximo de objetividad). Esta última postura, demasiado exitista desde el punto de vista del logro de la objetividad, requiere en el crítico un esfuerzo adicional, la suspensión de códigos1. Cuando hablamos de objetividad, nos referimos a la posibilidad de dejar de lado aquello que hace a la caracterización del sujeto como tal: sus códigos, su propia competencia, es decir la ideología que constituye "a los individuos concretos en sujetos", abandonando el movimiento dialéctico de formación de ideología2 (hegemónica) sustentada por los sujetos (portadores de ideología) constituidos por la propia ideología (Althusser 1970).

Volviendo al trabajo del crítico, recuperamos su condición de sujeto portador de ideología, es decir que su labor, ya sea desde los márgenes del código (subversiva) o desde la hegemonía ideológica (propagandística), se hace a través de su propio adiestramiento discursivo. Vemos entonces al crítico con posibilidades de construir una especie de gabinete aséptico donde la obra literaria será vista por él con ojos vírgenes, como ilusorio. El crítico real se vislumbrará entonces como un sujeto atravesado por discursos y códigos actuales, su práctica crítica dará cuenta de su relación con la hegemonía ideológica.

En cuanto a la función pedagógica del crítico como funcionario presto a exhumar obras literaria, podemos tomar en cuenta un concepto como el de "estructura significativa"(Goldmann 1970, Mancuso 1985), en el que se verá el funcionamiento de los distintos sentidos y significancias puestas en juego y estructuradas (poniendo de relieve el código, su desautomatización y su repetición automatizante) dentro del marco de un determinado momento histórico-social; más de esta estructura significativa damos cuenta en nuestro enunciado crítico, es decir, hacemos una reelaboración escrituraria (actualización) de aquella estructura. El crítico propagandista buscara en su reescritura un reconocimiento casi fenomenológico (léase sensorial, primitivo) de este traer a la superficie una obra en particular, con el mínimo de contradicciones para el lector tipo (generado por la ideología dominante), pues confía en el consenso logrado por las lecturas históricas (vistas como acumulación de información en un solo sentido), que sedimentan y posibilitan la reducción de un segmento histórico significativo a una categoría que porta, implícitamente, un juicio ideológico. Es interesante ver como una ideología está formada parcialmente por este tipo de categorías; puede pensarse la ideología como una red categorial (disparadora de juicios que se creen "naturales").

Un crítico alienado (propagandista no-maquiavélico) piensa el circuito de lectura como si el sentido (estructura sostenida por "la verdad", como una especie de consenso ontológico) atravesará distintas instancias de lo cierto-uniforme. Este individuo-lector oficializado piensa la lectura como una práctica idealista3 , ya que el único tipo de corrimiento, en el proceso de significación (diferentes lecturas interpretativas), es el correspondiente al de los círculos concéntricos, en el cual, la mayor información que se maneja al efectuar la lectura, afirmaría la estructura interpretante ya oficializada, mediante una mayor cantidad de variables puestas en juego, para el descubrimiento del "sentido" del texto, en el marco de la historia cultural o literaria.

Cuando el crítico ve la lectura como una práctica idealista no existe la desautomatización, la suma de variables informativas no genera cualidades distintas en la vida del texto (su lectura), el esquema de los círculo concéntricos culmina en el país del principio de identidad inalterable A=A; la idea sin convivencias semánticas, ni historia significativa.

La única instancia de funcionamiento relativamente posible para una lectura entendida como una práctica idealista es cuando la ideología se encuentra en proceso de formación (de consenso), es decir su metodología no ha llegado a todos los ámbitos sociales, entendiendo que cada entidad significativa, en su origen, fue una práctica social (Voloshinov 1929). Esto último implica una gradación en cuanto al espesor del proceso sígnico, que es mayor en el inicio, pues el trabajo de semantización y convencionalización se transforma en "espeso bloque" desautomatizante relleno de voluntad social y socializante. Entonces, una vez que una ideología se hace hegemonía (completa su ascenso como práctica), el proceso sígnico no se detiene, pero la oficialidad intelectual lo pretende transparente.

El crítico oficial (propagandista) no lee proceso sígnico, lee inmanencia; se esconde el carácter de victoria histórica que posee un código actual, a lo sumo la victoria es vencer sobre la barbarie o sobre lo extranjero (entendido como extraño). Leer es, o bien un proceso civilizatorio, o bien una búsqueda de la identidad nacional-natural, pero todo dentro del marco de una comunidad maravillosamente idílica (exenta de lucha de clases).

El crítico subversivo hará, en cambio, intencionalmente problemática la exhumación o reescritura textual, pues mayor información permite desbloquear los mecanismos por los cuales un código se percibe como natural. Esta mayor información, enmarcada en un acontecer dialéctico, permitiría el cambio cualitativo de una lectura; el crítico subversivo elige contextos, no como círculos concéntricos, sino como marcos en donde una práctica social se hace significativa (Goldmann 1970). Este crítico no sólo pretende distanciar al lector del código, sino también pretende hacer sentir al lector, la ideología dominante como ajena o extraña (como objeto histórico construido), para desalinearlo; no leerá forma como estructura pura y congelada, leerá proceso y por ende tensión. Leer históricamente para él es leer la asimetría de la producción de una estructura significativa (Lotman (1985)) por parte de los distintos actores sociales. En esta acción crítica la historización llega hasta las categorías ya instauradas. Relativizar una ideología es convertir en proceso su congelamiento categorial, es decir leer los silenciamientos que hicieron posible la instauración de un sistema de valoraciones y los mecanismos de consenso que impusieron dicho esquema.

La diferencia a favor del crítico subversivo es que continuamente piensa en términos de dos ideologías, la hegemónica y la que porta como sujeto social; su escritura deviene choque significativo y no estilización de lo verdadero. Su reino es el corrimiento semántico, la creación de lo nuevo real.

De todas maneras, si queremos como críticos desempolvar los mecanismos desautomatizantes de un código y su lógica significativa en una determinada época, nos vemos cercados por nuestro código actual. Es decir, si quisiéramos comunicar y hacer percibir estos mecanismos mediante el lenguaje o código de la época de producción del texto, entraríamos en una práctica escrituraria arcaizante y constataríamos la imposibilidad de reescribir olvidando la acumulación social informativa. El código utilizado por el crítico reconstruye al lector; la función pedagógica dota al signo de materialidad y funcionalidad únicamente mediante el consenso.

Además de la forma de crítica subjetivista que pretende descubrir los valores inalterables (naturales) de las obras literarias, y de la que pretende reconstruir arqueológicamente la obra y su génesis productiva, existe una práctica crítica que problematiza el tiempo histórico de producción de la obra, sacando a la luz las fuerzas encontradas que posibilitan en un proceso dialéctico la creación cultural, y además estudia el lugar desde donde se enuncia el juicio crítico y su sistema de significancias en forma historicista.

El sujeto crítico lee desde un orden, el actual; pero su lectura de un orden anterior convierte a éste en desorden, es decir vuelve inoperantes (insuficientes en una lectura evolutiva) su sistematización y sus categorías, (Lefevre (1975)). Lo "asistemático viejo" se transformó en sistemático nuevo", el ordenamiento es creciente o alternativo, se extiende el universo semántico social, lo conocido y compartido es más vasto. También existe otra forma de crítica que es la de aquel sujeto que no sólo conoce y concibe el orden anterior leído como un elemento parcial de su información y que utilizará como herramienta cognitiva en su accionar futuro, sino también visualiza el orden en el cual está actuando como una herramienta informativa, por ende piensa el orden actual como un objeto en el cual incluye su accionar reflexivo (Goldmann, 1970).

Pensar un orden anterior con categorías de un orden actual, a las cuales se concibe simplemente como objeto-herramienta de una voluntad presente, implica un alto grado de democratización , puesto que aquí el mismo crítico se concibe como voluntad y terreno del choque de cadenas estructurantes formador de significados. Resemantizar para este tipo de crítico es poner al servicioo de una voluntad -de cambio- social, en la cual se inscribe y se reconoce, y no seguir el sentido de una fuerza lectora tradicional para reafirmarlo. Lo entrópico se traduce aquí como una voluntad actualizando sus propios límites (presentes, no naturales) para imponer un código, y a la vez tratando de forzar esos límites (Lotman & Uspenski (1979)).

Ahora bien, la crítica literaria da cuenta de la obra y su universo socio-semántico, es decir de cómo la obra es una muestra o parte del proceso sígnico-ideológico de su época; pero da cuenta de ese universo actualizándolo: canonizando la interpretación de la época actual (inscribiéndola en la tradición), o si no lanzándola hacia un número infinito de respuestas para reconstruir el código, al que los receptores reviven infinitamente de inagotables maneras.

Vale la pena mencionar un punto: es el de la elección de las obras que permiten reconstruir una tradición del código cultural-literario o valores de la ideología dominante (hegemónica). Leer críticamente es también tener el poder de elegir los antepasados venerables. Reconstruir el discurso de la tradicionalidad, en literatura, requiere una instancia de neto corte consensual (propagandístico), mediante la cual se legitime la reproducción de las relaciones de producción intelectual existentes, o se postulen otras.

Se puede leer desde la certeza hegemónico-natural, desde la certeza que se opone a la hegemonía o desde la voluntad como certeza consciente. El grado de democratización del accionar crítico se mide también en la calidad de elementos entre los que se ha optado. Cuanto menos ajenos y dadores de forma, mejor.

Leer es siempre enrolarse en un discurso justificatorio, o en el más democrático de los casos, participar en su construcción. Esta última instancia lecto-participativa es lo que se llama leer semióticamente.

Hay dos formas de entender el término código: una de ellas es como repertorio o conjunto de signos (unidades sígnicas), y otra es como modo de empleo de esos signos o conjunto de reglas que permiten combinar esos elementos para producir mensajes. La utilización del término, en este caso, deja de lado esta separación, ya que en la práctica sígnica es en realidad donde se da la existencia de las unidades del código, estos elementos existen en su oponerse y atraerse, son lo que los demás elementos no pueden ser en su funcionamiento social.

La noción de ideología utilizada equidista de la que postula lo ideológico como una representación del mundo, fundada en un optimismo individual, en donde la voluntad racional es omnipotente (iluminismo tardío), y de la acepción materialista mecanicista que postula la ideología como un reflejo social de las condiciones materiales de la existencia. Por la práctica específica aquí tratada (la crítica literaria) podemos ver la ideología como una interacción social, ya que el sujeto-crítico está atravesado por discursos y prácticas sociales existentes como información, en donde una voluntad (intencionalidad política del crítico) encarnada en un sujeto, se encuentra con un objeto que es la información acumulada (tradición), que dicho sujeto recorta pero no inventa. Este saber informativo tiene categoría de objeto que limita al sujeto de la práctica significativa-valorativa. La voluntad individual no crea el objeto, sino que negocia con él en su rol de representador del trabajo social que requiere su existencia. Una noción semiótica de ideología esquiva la distorsión que la representación ideológica conlleva (según Althusser), mediante la adjudicaciónde la categoría "lenguajes no verbales"a las prácticas sociales que anteriormente eran consideradas no sígnicas, es decir que el todo social se vuelve sígnico y por ello no existe separación entre pensar y actuar, puest toda prática es sígnica y por ende social. La ideología, semióticamente hablando, es la acción donde se diluye el límite entre práctica social y producción sígnica; es una interacción informativa cuya representación es una red categorial, que no sólo contiene y postula juicios, sino también los padece acerca de sí misma (es decir, su accionar productor-enjuiciador), cuando alguno de sus lenguajes, verbales o no verbales, se transforma en un límite informativo, habiendo dejado de ser un sistematizador social "adecuado".

El concepto de práctica idealista fue acuñado, para este trabajo, desde la conceptualización que Hegel hace de "la idea". Para el filósofo alemán el absoluto es el sujeto universal que comprende todo, del que todas las cosas no son más que su desenvolvimiento dialéctico; este sujeto universal es lo que Hegel denomina "la idea". Por eso, todo proceso significativo tiene su culminación, es decir, encuentra su significado real y total, en la idea, que no posee una existencia relacional o funcional, existe per se. La idea o concepto es el lugar en donde el significado se hace inmanente y no procesal ni histórico. Todas las cosas u objetos sígnicos son sólo estadios del desenvolvimiento dialéctico de la idea o concepto. Contra esta acepción, existe la visión materialista del significado, que postula su origen en una práctica social.

Buenos Aires 1990

1Hay dos formas de entender el término código: una de ellas es como repertorio o conjunto de signos (unidades sígnicas), y otra es como modo de empleo de esos signos o conjunto de reglas que permiten combinar esos elementos para producir mensajes. La utilización del término, en este caso, deja de lado esta separación, ya que en la práctica sígnica es en realidad donde se da la existencia de las unidades del código, estos elementos existen en su oponerse y atraerse, son lo que los demás elementos no pueden ser en su funcionamiento social.

2 La noción de ideología utilizada equidista de la que postula lo ideológico como una representación del mundo, fundada en un optimismo individual, en donde la voluntad racional es omnipotente (iluminismo tardío), y de la acepción materialista mecanicista que postula la ideología como un reflejo social de las condiciones materiales de la existencia. Por la práctica específica aquí tratada (la crítica literaria) podemos ver la ideología como una interacción social, ya que el sujeto-crítico está atravesado por discursos y prácticas sociales existentes como información, en donde una voluntad (intencionalidad política del crítico) encarnada en un sujeto, se encuentra con un objeto que es la información acumulada (tradición), que dicho sujeto recorta pero no inventa. Este saber informativo tiene categoría de objeto que limita al sujeto de la práctica significativa-valorativa. La voluntad individual no crea el objeto, sino que negocia con él en su rol de representador del trabajo social que requiere su existencia. Una noción semiótica de ideología esquiva la distorsión que la representación ideológica conlleva (según Althusser), mediante la adjudicaciónde la categoría "lenguajes no verbales"a las prácticas sociales que anteriormente eran consideradas no sígnicas, es decir que el todo social se vuelve sígnico y por ello no existe separación entre pensar y actuar, puest toda prática es sígnica y por ende social. La ideología, semióticamente hablando, es la acción donde se diluye el límite entre práctica social y producción sígnica; es una interacción informativa cuya representación es una red categorial, que no sólo contiene y postula juicios, sino también los padece acerca de sí misma (es decir, su accionar productor-enjuiciador), cuando alguno de sus lenguajes, verbales o no verbales, se transforma en un límite informativo, habiendo dejado de ser un sistematizador social "adecuado".

3 El concepto de práctica idealista fue acuñado, para este trabajo, desde la conceptualización que Hegel hace de "la idea". Para el filósofo alemán el absoluto es el sujeto universal que comprende todo, del que todas las cosas no son más que su desenvolvimiento dialéctico; este sujeto universal es lo que Hegel denomina "la idea". Por eso, todo proceso significativo tiene su culminación, es decir, encuentra su significado real y total, en la idea, que no posee una existencia relacional o funcional, existe per se. La idea o concepto es el lugar en donde el significado se hace inmanente y no procesal ni histórico. Todas las cosas u objetos sígnicos son sólo estadios del desenvolvimiento dialéctico de la idea o concepto. Contra esta acepción, existe la visión materialista del significado, que postula su origen en una práctica social.

Referencias bibliográficas

ALTHUSSER, Louis
1970
"Ideologie et appareils ideologiques d´Etat", La Pensee, nº 151, París

GOLDMANN, Lucien
1970 Marxisme et sciences humaines, París: Gallimard

LEFEBVRE, Henri
(1975) ¡Qué es la dialéctica? , Buenos Aires: La Pléyade

LOTMAN, Yuri
1970 Struktura judozhestevennogo teksta, Moscú: Iskusstvo
(1985) La semiósfera, Padova: Marsilio

LOTMAN, Yuri & Boris USPENSKI
(1979) Semiótica de la cultura, Madrid: Cátedra

MANCUSO, Hugo Rafael
1985 "¿Qué debemos buscar al estudiar literatura?" , Topiques, 7, París.

VOLOSHINOV, Valentin
1929 Maksizm I filosofila iazika, Leningrad: Universitete


Publicado en Ad-VersuS, 1, diciembre 1990, Roma-Buenos Aires:41-44